Doce Notas

Oro parece, órgano es

notas al reverso  Oro parece, órgano es

Interior de la Iglesia de Santa Creu

 “Estimado Alphonse, los hombres en aquellos tiempos pasados tenían convicciones; nosotros, hombres modernos, solo contamos con opiniones, y se necesita algo más que opiniones para poder levantar una catedral gótica.”

(Heinrich Heine, Über die französische Bühne)

Donde no abunden las convicciones no busquemos catedrales, no le faltaba razón al bueno de Heine cuando lanzó dicho vaticinio dos siglos atrás. Podríamos extrapolar el silogismo a cualquier ámbito de la creación artística con idéntico y desolador diagnóstico. En este flow constante de efectismo desbordado, tan viral como efímero, en el que llevamos inmersos desde que caímos presos de las redes (de arrastre) sociales nada llega a tomar forma. Si sembramos tik tokers no esperemos obtener olivos milenarios.

Sería inimaginable que alguien hubiera compuesto la Pasionsegunsanmateodebach en nuestros tiempos. Y peso a ello, estos días los compases inmortales del Kantor sonarán en centenares, en miles de lugares del mundo. Tres horas de música, donde la mayoría de oyentes silenciaran sus móviles para ingresar en otra burbuja menos frívola, en un intento pasajero de tomar el pulso a la religión extinta. Religión entendida, claro está, en sentido amplio. La única religión que existe hoy es la de la instantaneidad; la única eternidad, la del cursor táctil. Esto es, el infinite scrolling o el scrolling forever.

A falta de conciertos sinfónicos de cierta inquina, con el Festival de Jazz de Palma de Mallorca nuevamente arrancado de raíz (el PP lo finiquitó de urgencia nada más acceder al poder municipal a pesar de gozar aquel de gran salud a nivel de taquilla), el melómano insular se aferra de su rico patrimonio organístico para gozar de conciertos que conmuevan el alma y nos consuelen del agravio comparativo, en lo sinfónico cuando menos, respecto a la península y Canarias.

Los grandes solistas puentean las Baleares; las orquestas de renombre, qué decir; los mecenas de vocación en Mallorca brillan por su ausencia. Con todo, el único consuelo que le resta al melómano autóctono es buscar amparo acústico en las decenas, sino centenas, de órganos históricos que hivernan en la reverberación calcárea mallorquina. En los tres meses que llevamos de año se han sucedido a lo menos medio centenar de conciertos en varias iglesias de Palma y provincias. Una media que se me antoja inalcanzable en otros rincones peninsulares.

Iglesia de la Santa Creu

Por el V Festival d’Orgue de Santa Creu de Palma, celebrado entre el 3 y 24 de febrero, han pasado Johan Vexo, Pieter Van Dijk, Fabio Macera (titulares respectivos de las catedrales de Notre Dame de París, de la Grote Sint Larenskerk y de la Basílica Archipresbiteral de San Gervasio y Protasio de Rapallo) además de nuestro Arturo Barba. Los 52 registros del histórico órgano Caimari-Bosch (restaurado por eminentes organeros como Gerhard Grenzing y Wilfried Praet), carrillón incluido (el único órgano de la isla que dispone de él) se emplearon a fondo en unos conciertos donde, además de Bach, pudimos escuchar Correa de Arauxo, Cabanilles, Buxtehude, Mendelssohn o Pasquini por citar algunos. El propio maestro valenciano Arturo Barba tuvo ocasión de poner a prueba este carrillón a en el tramo final de su recital, una rareza más de la vetusta iglesia de Santa Creu.

Órgano de la Basílica de Sant Francesc

El mismo mes de febrero, concretamente el 23 de dicho mes, en la Basílica de Sant Francesc, Agustí Aguiló Orfila, a sus 13 años, proclamó larga vida al instrumento rey y no menos a su precoz talento interpretativo. El jovencísimo organista se midió al monumental órgano Bosch con un programa variado y exigente a partes iguales, en el que no faltaron varias escenas de La Nativité du Seigneur de Olivier Messiaen. Discípulo del no menos reconocido organista mallorquín Bartomeu Manresa, Aguiló se ha convertido a muy temprana edad en un nuevo agitador de los tubos eclesiásticos y no en vano el 23 de marzo repitió programa en el Convent de Sant Bonaventura de Llucmajor.

La capital del Raiguer, Inca, también está de enhorabuena en lo que a su patrimonio organístico respecta. El maestro eslovaco Stanislav Šurin se encargo de inaugurar el III Festival de Música Bárroca de dicha ciudad frente al órgano de Sant Francesc, en el que resultó ser uno de los programas más aplaudidos del certamen que dirige el también organista y clavecinista Tomeu Seguí. Precisamente Seguí, a la postre alma mater a su vez del Festival de Música Antigua de Caimari, fue el encargado de hacer sonar el histórico instrumento del Convent de Sant Jeroni de Palma con motivo del estreno de Seis monòlegs per a una Setmana Santa de Miquel Mestre el pasado 20 de marzo. Instrumento, éste último, que se toca rara vez, solo cuando la ocasión lo merece. Tanto es así que los últimos privilegiados dedos que osaron posarse sobre este arcano sonoro fueron los de nuestra infantigable y casi centenaria Monserrat Torrent.

Son solo algunas de las recientes visitas que la tecla eclesiástica balear ha recibido en las últimas semanas y que atestiguan la buena salud de órganos, organeros y organistas en nuestra comunidad. Unos y otros se empecinan en combatir el silencio colateral al que se han visto abocados dichos titanes sonoros como consecuencia directa del déficit espiritual contemporáneo. Un ‘soplo humano’ para recordarnos que aún quedan convicciones sueltas y desperdigadas. A los excépticos les invitó a acercarse una mañana de cualquier sábado a la iglesia de Sant Bartomeu de Alaró, donde desde hace casi dos décadas Miquel Bennàssar y otros colegas de profesión (me consta que andan ya por el concierto número 804) se encargan de dar puntualmente vida al corazón, al ventrículo de la iglesia parroquial. Un latido semanal, que sirve de pretexto para salir en pos, ni que sea por espacio de hora escasa, de las convicciones pérdidas.

Órgano de la Parroquia de San Bartolomé de Alaró

Mallorca, una isla fuera de la órbita sinfónica

Desde que en septiembre de 1969 Karajan inaugurara el Auditorium de Palma al frente de la Filarmónica de Berlin (Quinta y Sexta sinfonía de Beethoven, creo haber leído en su momento), el nivel del sinfonismo internacional en Mallorca no ha hecho sino devaluarse. Bien es cierto que ese año pusimos el listón muy alto.

Auditorium de Palma de Mallorca

Gajes de la insularidad, aducirán algunos. Una circunstancia que Baleares comparte con Canarias y no impide que las afortunadas, lo sean también a efectos orquestrales. Aquí la insularidad atlántica gana por goleada a la mediterránea. Consulten, si no, el programa del pasado 40º Festival Internacional de Canarias. A día de hoy el melómano balear deberá invertir de cinco a siete años de paciente espera para poder escuchar en sus islas a la Filarmónica della Scala, la Filarmónica de Londres, la Academia de Sant Martin in the Fileds, la Orquesta Nacional de España o la Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen, orquestas todas ellas que han aterizado en Canarias durante el primer mes del presente año.

Falta de medios. ¿De qué sirve presumir de casi 20 millones de turistas (si es que a fecha de hoy queda algún balear que presuma de cifra récord de visitantes) si no hay dinero para traer a Palma a un solista de primer nivel en todo el año? Todo el mundo en la isla sabe de largo que las grandes fortunas isleñas no mueven un pie, no digamos un euro, a menos que ello revierta en su inmediato beneficio directo. El famoso retorno, si no hay retorno no hay ayuda que valga: ese es la peculiar forma de entender el mecenazgo y la tan cacareada desestacionalidad turística. El decano Festival de Pollença es el único espejismo-oasis al que uno puedo aferrarse. Precisamente estos días hemos sabido que, con motivo de su 63ª edición, la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo y su titular Gustavo Gimeno, recalarán por Mallorca el próximo mes de agosto.

Quizás por eso, por esa escasa cultura y altura del mecenazgo insular, la presentación del III Festival Paco de Lucía el pasado 31 de enero en el Teatro Principal de Palma se convirtió en un bochornoso desfile de parlamentos insulsos e impostados, en el que políticos y patrocinadores, revistieron de gala-mítin-publireportaje la antesala del concierto de Las Migas. No exento del típico provincianismo rancio: a alguno poco le faltó para afirmar la mallorquinidad de Paco de Lucía. Tres cuartos de hora despúes (!) empezó a sonar la música.

Mucho me temo que tras el generoso arropo institucional al Festival Paco de Lucía se esconda la disolución del Festival de Jazz, antes mencionada, aduciendo falta de presupuesto. Me pregunto que opinaría el maestro de Algeciras, si se enterara de que el Ayuntamiento de Palma canceló el festival de jazz insular en las mismas fechas en que inauguró un festival a su memoria. Acaso desconocen los orgnaizadores que la guitarra flamenca más internacional de todos los tiempos también acompañó a Chick Corea, a Al di Meola, a Pedro Iturralde, a John MacLaughlin o a Jorge Pardo por citar a algunos notables jazzmen de su selecta discografía.

A lo que íbamos a falta de convicciones, siempre nos quedará Heine.

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