En estudio, en vivo con público o en falso directo, todo es admisible porque el proceso es similar: una leve estructura de ideas de sonido – no solo “musicales”- , instrumentos de todo tipo y mucho conocimiento de estos. La improvisación sin red y efectiva exige mucha práctica -no ensayos, como ya dijo Cecil Taylor- muchos recursos y mucha escucha mutua y activa. Los sonidos de uno pueden ser los estímulos sonoros para los demás.
Si además quieres apartarte de la senda habitual tienes que estar abierto al fracaso y para eso no te preparan en escuelas y conservatorios tanto musicales como de negocios.
El resultado puede llegar a ser una cacofonía placentera, significante, como es el caso. Pero hay que estar abierto a que no suceda nada, me ha pasado alguna vez que lo he intentado.
La escucha ha de ser preparada, tranquila, sin prisas, no hay melodía que silbar. Es más cercano a un proceso de meditación que a una escucha musical al uso en un auditorio. Como cuando deambulas por una ciudad que no conoces y sin mapa alguno. Corres el riesgo de perderte, de aburrirte o de encontrar de casualidad rincones maravillosos y muy variados. Justo lo que nos exponen los improvisadores en las siete partes de esta hora de improvisación sin red.
¿Dónde estoy? No lo sé, seguro que en un punto muy alejado sonoramente del segundo anterior a la escucha.
Atrévanse.
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