Doce Notas

Música Antiga dels Pirineus 2023, un festival de altura(s)

notas al reverso  Música Antiga dels Pirineus 2023, un festival de altura(s)

De proximidad, de ‘kilómetro cero’, de audiencia local. He aquí la seña identidad que desde hace doce años singulariza al FeMAP (Festival de Música Antiga del Pirineus), su DO (denominación de origen) particular y no solo una fórmula más de greenwashing. Josep Maria Dutrèn, alma mater de la consolidada cita estival, torcería el rictus ante tan osado descuento kilométrico. Cuando el 20 de agosto dé por finalizada su 12ª singladura pirenaica, su kilometraje total acumulado puede que se aproxime a las cinco cifras. Valle arriba, valle abajo, de Andorra a l’Ampurdà, de la Catalunya Nord a al Berguedà, alguien sí debe echarle horas al volante. Dutrèn es el voluntarioso damnificado para que el pireno autóctono, el veraneante habitual, el turista accidental o el senderista rendido puedan disfrutar sin andar más pasos de los justos de: Bach, Monteverdi, Purcell, Fletxa, Guerrero, Valls, Biber o Buxtehude, algunos de los compositores que más habrán sonado este verano por estas altitudes y latitudes.

De Riner (Lleida) a Pesillà de la Ribera (Catalunya Nord); de Bossòst (Vall d’Aran) a Ripoll (Girona), el FeMAP explora la acústica pirenaica a lo largo y ancho de su rica orografía, desde el prepirineo hasta los 2.537 metros del Niu de l’Àguila. Ni miedo a las alturas, ni jerarquía de escenarios: cada iglesia, cada casino local, teatro o monasterio cuenta por igual. Una fórmula que huye, por descontado, del postureo impostado, del protocolo rancio y de los elitismos tan arraigados en otras citas paralelas del calendario veraniego. Saltándose convenciones fútiles – aquí no hay dress code que valga, ni entradas VIP (el precio de las mismas oscila entre los 2 y los 20 euros)- el festival no se antoja una cita apta para melómanos megalómanos. Amigos de las alfombras rojas, abstenerse. La barrera músico-oyente no existe, uno puede perfectamente cruzarse con los intérpretes en taquilla o departir amigablemente con ellos al término de una matinée bachiana a 1.250 metros, entre vinos y quesos de la Cerdanya. Así sucedía el pasado 29 de julio frente al portal de la Església de la Mare dels Déus dels Àngels en Llívia.

Enclave Bach en plena Cerdanya

Para llegar al municipio gerundense de Llívia hay que previamente entrar en territorio francés. En virtud de la letra pequeña del Tratado de los Pirineos (1659), caprichos de la historia, este municipio de apenas 1.500 habitantes mantiene hoy su adscripción a la corona española. El resto de los 33 pueblos de la Catalunya Nord pasaron entonces a engrosar el Reino de Francia. Llívia, declarada oficialmente villa por Carlos V, se salvó del canje. Se convertía así en la insurrecta aldea gala del Départament des Pyrénées-Orientales con la única salvedad de no ser gala de facto.

El 30 de julio de 1724, muy lejos de la parroquia de Llívia, los feligreses de la Thomaskirche de Leipzig pudieron escuchar en rigurosa primicia la cantata Wo Gott der Herr nicht bei uns hält, esto es la BWV 178 de Johann Sebastian Bach. Enésimo domingo histórico para los anales sajones. Tres siglos y un año después la Bachcelona Consort y los solistas de la Salvat Beca Bach hicieron lo propio en la Església de la Mare dels Déus del Àngels, en plena Cerdanya. A las órdenes de Daniel Tarrida (dirección y cémbalo), los instrumentos históricos de Katy Elkin y Dani Ramírez (oboes), Ignacio Ramal y Cristina Altemir (violines), Jordi Armengol (viola) y Clara Pouvreau (violonchelo) proporcionaron el sustento armónico a las voces de Maëlys Robinne (soprano), Gabriella Noble (contralto), Ferran Mitjans (tenor) y Timothy Edlin (bajo). Una cantata tricentenaria reducida a su quintaesencia: una voz por cuerda vocal y un corpus orquestal igualmente frugal.

Savia nueva ante el altar, muchos de los intérpretes apenas en la treintena, en un programa monográfico Bach, donde también se pudo escuchar íntegra la cantata Nach dir Herr verlanget mich BWV 150 y una selección de arias en la que destacó sobre todo la contralto Gabriella Noble con su Gott, man lobet dich in der Stille (Dios, eres alabado en el silencio). Excelente sonoridad en los oboes, cuyo timbre resplandece cuando la cuerda comprime considerablemente sus efectivos, como era el caso. La ausencia de refuerzos vocales (quórum léase) solo se echó en falta en los pasajes corales.

Andreas Prittwitz y el ‘duende’ barroco

Más atrevida y heterodoxa, temeraria por momentos, resultó la inmersión barroca del multiinstrumentista Andreas Prittwitz y su ensemble Lookingback, horas después, en la Església de Santa Coloma de Ger, a unos 20 kilómetros de Llívia. Zambra barroca lleva por título su nuevo desafío, en gira desde 2019. El propio Prittwitz se encargó de recordar que la zambra vendría a ser una suerte de jam session en jerga flamenca. Barroca, porque en el programa figuraban obras de: Purcell, Bach, Lully, Vivaldi y Monteverdi, entre otros. Con solo ojear el elenco – Eva Durán (cante), Oriol Rosés (contratenor), Joan Espina (violín), Mario Montoya (guitarra flamenca), Belisana Ruiz (guitarra barroca y archilaúd), Robert Terrón (contrabajo) y Andreas Prittwitz (flauta dulce, clarinete y saxofón) – se hace uno ligera idea de la travesura musical que los zambristas se traían entre manos.

Purcell y Lully en andaluz, Vivaldi transcrito para saxofón, una toná arreglada al registro del contratenor o un dúo de Monteverdi en italiano con dejes flamencos. Prittwitz se lanza por una pista rojacasinegra y sorprende con soluciones muy frescas y convincentes. Inevitablemente algún que otro desliz le aguarda en el descenso. Por inverosímil que parezca, no obstante, el sucedáneo de géneros termina cuajando y convence a más de un escéptico. La mayoría termina marcando el compás y sucumbe al duende barroco flamenco.

El concierto fue de menos a más. Tras un inicio un tanto desconcertante, la fusión de géneros no logra disimular la base más académica del Prittwitz, Espina o Terrón de la más intuitiva, de oído, de la sección flamenca. Fraguar ambas mentalidades lleva su tiempo, la guitarra flamenca y la barroca por momentos divagaron dispares, contrastando con la nitidez exquisita del fraseo de Prittwitz y Espina, infalibles con el metrónomo. El chamán Prittwitz invitó al público, en un breve inciso, a vencer prejuicios y etiquetas. A partir de allí la zambra fue soltándose y ganando adeptos entre el público catalán.

La reformulación del Trio Sonata sobre ‘La Folia’ de Vivaldi y de los minuetos I y II de la Suite para violonchelo n.1 de Bach exigieron el máximo del trío Prittwitz-Espina-Terrrón, mientras que Rosés y Durán (contratenor y cantaora, recordémoslo) lograron engastar y fusionar sus voces con arreglo a la partitura del Zefiro torna e di soavi accenti. Una versión mestiza, pero igualmente lírica, que a buen seguro no habría desautorizado su autor, Claudio Monteverdi.

El colofón de la zambra flamenca barroca llegó con el inmortal fandango de Antoni Soler, uno de los máximos exponentes de nuestro barroco. Un género, el fandango, transversal donde los haya (danza tradicional catalana-aragonesa, palo flamenco y forma musical explorada por no pocos compositores), que ejemplifica y sintetiza el espíritu crossover de la propuesta Lookingback. Como no podía ser de otra manera Prittwitz también metió mano y lo maridó con El vito. La apoteosis de la nota reincidente en pleno trance enardeció al público, correspondiendo éste con una sonora ovación y capitulando mayoritariamente a la propuesta zambrista.

Accademia del Piacere, Marta Mathéu y Cor Francesc Valls

La prestigiosa soprano catalana Marta Mathéu fue la encargada de inaugurar un mes atrás en la Seu d’Urgell la actual edición del FeMAP, que clausurará el próximo 20 de agosto en Camprodon María Hinojosa & Pérgamo Ensemble. Entre estas dos voces femeninas se concentran un total de 54 conciertos que concitan a algunas de las formaciones instrumentales de música antigua más prestigiosas de nuestra geografía como el Ensemble Lisboa 1740, Harmonia del Parnàs o la Accademia del Piacere de Fahmi Alqhai. También tienen cabida algunas formaciones vocales de referencia como el coro Francesc Vall, que los días 27 y 28 de julio trasladaron a los parroquianos de Alp y Sort respectivamente a las cortes hispánicas del siglo XVI.

El Cor Francesc Valls aliñó en su programa del cinquecento ibérico ensaladas de Mateu Fletxa con madrigales y villancicos del Siglo de Oro. Entre los alicientes del refrescante programa, la posibilidad de escuchar una selección de canciones de Francisco Guerrero, con los que el coro catalán abrió el recital. Los asistentes pudimos explorar de primera mano el repertorio profano del maestro sevillano, la mayor de las veces eclipsado por su apabullante opus sacro. Pere Lluís Bosca condujo las voces y Josep Maria Martí, alternando guitarra barroca y archilaúd, proporcionó el único timón instrumental a la velada.

El programa puso en valor el repertorio más desenfadado del Siglo de Oro, alejándose del contrapunto asceta de Morales y De Vitoria y haciendo guiños, literales, a coplas más mundanas. Los coristas tuvieron que lidiar con la reverberación, por momentos excesivamente espléndida de la Esglèsia de Sant Feliu de Sort, que no siempre ayuda al seguimiento agudo de los textos cortesanos, más o menos desinhibidos. De Sur a Norte; de la Sevilla postcolombina de Guerrero, a la Valencia renacentista de Fletxa para concluir con un bis de factura anónima, exhumado de la Catedral de Barcelona.

Un breve motete dedicado a Santa Eulària, patrona de la ciudad condal, fue la única concesión sacra de este degustación renacentista. A la salida de Sant Feliu, suena de nuevo el leitmotiv incesante del Pallars Sobirà, en su curso alto. Las aguas bravas descendiendo camino de Lleida en la quietud nocturna nos retornan al paisaje sonoro pirenaico.

De La Molina a Campodron

El rico patrimonio románico del Pirineo catalán (iglesias, ermitas, santuarios o monasterios), en cuyo interior se programan buena parte de los conciertos, constituye otro de los reclamos añadidos del FeMAP. No menos cierto es que la organización trata, año tras año, de ampliar su constelación de escenarios con rincones a cual más insólito. Así, el pasado 2 de agosto Adolfo Osta y Adriana Alcaide, ofrecieron su recital de guitarra y violín barroco en el refugio del Niu de l’Àliga, a más de 2.500 metros de altura. Solistas, y público claro está, tuvieron previamente que salvar los casi 1.000 metros de desnivel que separan la estación de esquí de La Molina del pico referido, tras dos tramos de teleférico.

En su recta final el FeMAP recibirá la visita de atractivas agrupaciones, que explorarán repertorios variopintos de geografías vecinas. La Orquesta Andalusí del Mediterráneo nos trasladará a la música peninsular anterior a la reconquista (12 y 13 de agosto). Ferrà Pisà (tiorba), Cristina Altemir (violín) y Jordi Giménez (sacabuche), integrantes de Solnegre, nos remontarán al cénit y posterior declive de la escuela milanesa de violín, bajo el sugestivo título de Miasma, la peste en Milán del año 1630 (13, 14 y 15). Il mondo che guira nos mantendrá sujetos al repertorio italiano (15 y 16), mientras que la Acadèmia de Música Antiga de Caimari, conformada por Tomeu Seguí (clavicémbalo), Eva Febrer (violín barroco) y Serena Leonardi (viola de gamba) se presenta con un programa camerístico monográfico sobre Johann Sebastian Bach (16 y 17). El Consort Polifem no sumergirá en tiempos de Farinelli con fragmentos de óperas de Vivaldi, Scarlatti o Porpora (18 y 19), antes de que María Hinojosa & Pérgamo Ensemble (18, 19 y 20) clausuren el FeMAP 2023, de nuevo con Bach como piedra angular de su programa. La Pobla de Segur, Estamariu y Campodron, respectivamente, serán los últimos recodos pirenaicos a los que llegará la música preclásica, tras seis semanas reivindicando la orografía, el patrimonio y la alfombra…verde.

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