Doce Notas

Entrañable despedida de un gran cantante

reporturia  Entrañable despedida de un gran cantante

© Miguel Lorenzo

“El señor XY o la señora XX estudió con … en la prestigiosa … antes de perfeccionar sus estudios en … con …, donde se licenció con matrícula de honor. El señor XY o la señora XX ha obtenido numerosos premios internacionales, entre ellos los de … Él/Ella ha actuado en las salas más prestigiosas de … (nombres de ciudades) y en los Festivales Internacionales de … (más nombres). Como solista colaboró con diferentes orquestas de la talla de …, bajo la batuta de … (el resto de este párrafo lo ocupa una ristra de nombres de ilustres orquestas y directores). Como cantante ha interpretado los papeles de … en …, (aquí cae otro párrafo plagado de nombres). La crítica comenta que… (elogios sobre elogios), etc., etc., etc.”

Si de compositores estuviésemos hablando, habría que añadir la trillada apostilla de “y es uno de los más destacados compositores de su generación”. A este paso, para dar cabida a todos ellos, las generaciones se deberían de contar por años o, tal vez, por meses, en vez de por décadas, lustros o siglos: “El señor XY es uno de los más destacados compositores de la generación del 77, 78, 79 o diciembre del 85, enero, febrero, marzo del 86, etc., etc., etc.”

A todas estas personas, o mejor dicho a la gran mayoría de ellas (porque hay excepciones), y de paso también a sus agentes (si los tienen), les habría venido de perlas asistir a una de las funciones de La commedia è (in)finita para recopilar valiosas ideas de cómo contar la propia historia de un modo atractivo y, sobre todo, personal. Y para ello bastaba con leer las breves biografías de ambos protagonistas de esta divertida, instructiva y apasionada velada musico-teatral, impresas en el programa de mano. La del bajo-barítono Carlos Chausson comienza así: “Después de transitar por diferentes estilos, desde el rock and roll al musical, pasando por el pop y coros varios, Chausson desembocó en el mundo de la ópera…” Y la del divulgador musical Ramón Gener así: “Apasionado por el mundo de la ópera, la música y el arte, pero sobre todo, por la vida…”

La commedia è (in)finita representa un diálogo entre ambos, en una nueva coproducción de Les Arts y el Liceu de Barcelona. Para Chausson supone su despedida (“lenta, pero segura”, aseveró durante la representación) de los escenarios tras 40 años de carrera. Y para Gener una nueva oportunidad para poner de manifiesto sus dotes de gran comunicador de la música clásica en general y de la ópera en particular.

Ante un lleno casi absoluto en la sala de cámara Martín i Soler, este dúo de trepidante ritmo con dirección escénica de Joan Font, guión de Piti Español, escenografía de Jordi Bulbena y audiovisuales de Alejandro Kobiakov, condujo al público a través de un viaje que repasaba la vida de Chausson desde sus inicios en el Coro Nacional hasta sus estudios en Michigan o a su prolongada estancia en Zúrich, donde cantó durante más de veinte años. En su función de orquestador, Gener también ilustró su pasado con anécdotas, una soberbia imitación de Miguel Bosé e incluso algún que otro dueto con Chausson de manera amena y una alta dosis de originalidad y espontaneidad. Ambos loosers, es decir, perdedores, concluyeron ellos mismos, tuvieron una vida plagada de interesantes experiencias, aunque su relación con la música acabó siendo distinta a la que originalmente se habían imaginado. No importa. En la simpática mirada que ambos arrojan sobre sus respectivas vidas predominan la gratitud y la benevolencia ante esas cosas raras que a veces pasan en la vida y que le dan un giro inesperado.

Este pequeño artículo no puede concluir sin subrayar la magnífica labor realizada al piano por el maestro repetidor del Centro de Perfeccionamiento de Les Arts, Ignacio Aparisi. Siempre he admirado profundamente esta profesión consistente en asesorar a los cantantes sobre cómo mejorar su entonación, dicción y a corregir errores de fraseo o de afinación, además de principalmente acompañarles durante los ensayos sustituyendo a una orquesta entera. La habilidad que tienen estos verdaderos maestros de reducir una partitura orquestal a las 88 teclas del piano, si la situación lo exige incluso a prima vista, me ha parecido desde siempre una habilidad fuera de lo común.

 

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