Doce Notas

Una intensa invocación: Membra Jesu nostri a cargo del Conductus Ensemble

cdsdvds  Una intensa invocación: Membra Jesu nostri a cargo del Conductus Ensemble

La belleza de Membra Jesu nostri (BuxWV 75) de Dieterich Buxtehude es innegable, así como sus dificultades técnicas, como puede ser la línea de la soprano primera que se suele mantener en una tesitura particularmente aguda en las secciones de conjunto, y prácticas, por ejemplo, la instrumentación, que incluye cuerdas, una sección de bajo continuo, un consort de violas y unos solistas solventes para cantar en ensamble a uno por voz. Así bien, llevar a estudio una obra difícil, poco común y que cuenta con grabaciones de referencia, como la de René Jacobs al frente de nombres tan importantes como Maria Cristina Kiehr o Andreas Scholl es una gran apuesta. Para el Conductus Ensemble, con Andoni Sierra al frente y la colaboración del consort de violas La Chimera Ensemble el resultado ha sido sin lugar a duda óptimo y esto reviste una especial significación por tratarse de la grabación con el que el grupo celebra los 20 años desde su fundación.

Una de las costumbres que se han asentado en el panorama de la música clásica es el empleo en versiones historicistas de ensambles vocales a un cantante por parte. Esto ciertamente aporta lecturas muy claras del tejido polifónico en repertorios con texturas intrincadas como Morales o los motetes de Bach. Sin embargo, aparte de la inexactitud histórica en la que se puede caer si se aplica a la música antigua de manera indiscriminada, tal elección deja interpretaciones con falta de contraste entre tutti y solistas o desprovistas del timbre típicamente denso de un coro. En este caso Sierra ha optado por incluir al coro (muchas versiones de esta obra y otras similares no lo hacen) y el resultado es de agradecer en una obra cuya naturaleza unitaria puede hacer que se caiga en la monotonía por múltiples razones, como la similitud de los tempi la estructura que se va haciendo predecible a medida que avanza la pieza o la distribución de los solos vocales.

En líneas generales algo que resalta en esta producción es el tiempo que se toma para que la música “respire” sin que se tenga que dirigir particularmente lento y tampoco se cae en la tentación de subir mucho la marca metronómica en algún momento, que puede ser un recurso inmediato para generar contrastes. El ethos que domina la pieza (o serie de piezas, según se vea) es de una gravedad penitente y las interpretaciones que se dejan oír aquí lo asumen en general con intensidad, a veces hendeliana, por ejemplo, la introducción del número “Ad genua” es más viva que amable. Esto resulta efectivo en las dos últimas secciones del número final, “Ad faciem”, rematado con un “Amen” donde se deja escuchar el rasgueo del archilaúd de Juan Carlos de Mulder que, de entrada, sorprende pero que encaja a la perfección, regalando un cierre que se entiende como una intensa invocación a un Jesús sublimado “in cruce salutífera”.

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