Un damero de caricaturas jazzísticas saluda al espectador del Teatre Xesc Forteza antes de enfilar éste las escaleras al patio de butacas. Entre semana el barrio palmesano de la Calatrava acostumbra a ser un punto de encuentro felino tan pronto se encienden las farolas. No ha sido así durante la primera mitad de febrero. Hasta el camuflado teatro capitalino del casco antiguo han peregrinado aficionados del jazz de toda la isla haciendo del Xesc Forteza su particular bastión jazzístico. A lo largo de 10 días se han podido escuchar a diario formaciones de gran nivel, en lo que se antoja un formato ideal para una cita reconciliada ya con los aforos pre pandémicos. En su tercera edición el Jazz Palma Festival ha logrado reunir un cartel muy compensado alternando nombres ya ilustres, como Jorge Pardo y Carles Benavent, con valores al alza del jazz meridional o caribeño, entre los que podemos destacar al pianista cubano Iván ‘Melón’, el percusionista burgalés Gonzalo del Val, el trombonista Gianluca Petrella, el vibrafonista Pasquale Mirra o el pianista menorquín Marco Mezquida.
Gianluca Petrella. Pasquale Mirra © Roberto Cifarelli
Abrió la cita el dúo italiano conformado por Gianluca Petrella y Pasquale Mirra. La ya de por sí inhabitual formación, vibráfono y trombón respectivamente, se hizo acompañar del percusionista Kalifa Kone. Los tres sorprendieron con un repertorio nada ecléctico alternando algún estándar con composiciones propias, explorando los límites de ambos instrumentos e insertando algún sonido sampleado, si el oído no me engañó. Resaltar ante todo el virtuosismo de Pasquale Mirra baquetas en mano y en boca (el músico de Salerno se lleva la baqueta, raudo, a la mandíbula al objeto de minimizar cualquier demora en sus vertiginosos paseos por el embaldosado de aluminio). Una ocasión ideal, la presentación de su disco Correspondence, para poder disfrutar de dos instrumentos, a menudo parapetados en la retaguardia, cuya alquimia no dejó indiferente al público ávido de improvisación en directo.
Chick Corea ‘in memoriam’
La celebración del presente festival coincidió con el aniversario de la muerte del carismático pianista Chick Corea, inmejorable ocasión para rendirle un enésimo y no menos merecido homenaje. El contrabajista mallorquín Toni Cuenca asumió el noble y loable compromiso de recordar al genial norteamericano el pasado 10 de febrero con un resultado a mi entender desigual, en contra del criterio del público que abarrotó el Pau de Congressos y sí despidió en pie, entregado y rendido, a la Orquestra Simfònica de Balears, a Carles Benavent, a Jorge Pardo o a Joaquín Moreno por citar a algunos de los astros que Cuenca consiguió alinear.
Ni el escenario, ni el formato son los que más se avienen a la hora atmósfera jazzística. Por espacio de casi dos horas Cuenca y su selecta nómina de invitados repasaron la extensa discografía de Corea con arreglos, que contaron en la mayoría de las ocasiones con el concurso orquestal. Sin ánimo de desmerecer en caso alguno a la orquesta, no creo que la jazzística sea su faceta más fonogénica. La cuerda en especial sonó lánguida y onerosa, contraviniendo el alma liviana de la que suele hacer gala el gremio del swing.
No obstante, es encomiable la entrega de Benavent al bajo, el solo de travesera de Pardo antes de entrar en acción (ambos compartieron escenario con Corea en numerosas ocasiones) o el tañido aflamencado de Moreno. A la fiesta se sumaron también el exquisito trompetista Miron Rafajlovic, el percusionista Benjamin Habichuela, Jorge Vera al piano, el vibrafonista Armando Lorente o el mismo bajista y maestro de ceremonias, Toni Cuenca. Todos aportando su granito de arena revisitando la discografía chickiana y sumergiéndose de nuevo en su Children’s song o My spanisch Heart, entre otros trabajos. Dicho queda, servidor habría preferido un recinto de acústica más envolvente y un conjunto más camerístico, pero no hay propuesta fallida cuando la finalidad no es otra que reivindicar a uno de las jazzmen más influyentes de final del siglo pasado.
Ariel Brínguez e Iván ‘Melón’ Lewis
De nuevo en el Xesc Forteza, Ariel Brínguez e Iván ‘Melón’ Lewis, cubanos por herencia, genética y formación musical, y españoles de adopción, dieron continuidad a la veta latina el 11 de febrero. Exquisito planteamiento, de saxofonista y pianista respectivamente, donde el repertorio cubano tradicional fue protagónico, de inicio a fin, mechado por algún tema más heterodoxo, de autoría propia, compilado también en su último trabajo Voyager. ‘Melón’ Lewis, acreedor de un premio Grammy, es un pianista a seguir muy de cerca. No solo por su desenvoltura al piano, pasmosa, sino por su honda expresividad, pudiendo saltar de un registro a otro, sin perder rienda con la tradición, que tarde o temprano acaba pidiendo paso, ni que sea por unos compases.
Bebo, Chucho…, Melón. Los cubanos gustan de arrinconar su nombre de pila, en pro de algún mote, supuestamente cariñoso cabe pensar. Ivan ‘Melón’ Lewis va camino de inmortalizar también su apodo junto al de otros tantos ilustres del piano caribeño. Y así entre las joyas que se escucharon no faltaron tributos a ‘Bola de nieve’ (Ignacio Jacinto Villa), otro mote para la lista, y algún tema propio. Ariel Brínguez, al saxo, aportó sosiego y calidez a la velada, ejerciendo a la vez de hábil interlocutor entre público y escenario. Deliciosa simbiosis, que alternó entre la balada más introspectiva y los danzones locales, no exentos de atrevimiento y exploración pero siempre prestos para octavear a dos manos ese ritmo tan inconfundible que invita a despegar el culo de la silla. Recuerdos a abuelas, hijas y esposas…, a los matriarcados de ultramar. Uno se quedó con ganas de más y ahora solo queda encomendarse a la dirección del Jazz Palma Festival para que esta música, tan exquisita en su factura como saludable a nivel anímico, vuelva a sonar pronto en Mallorca.
Marco Mezquida
El héroe local de la isla vecina Marco Mezquida clausuró la cita con programa doble el 12 y 13 de febrero, en solitario y en cuarteto clásico. El consagrado pianista menorquín no desaprovecha ocasión de para recalar en la gimnèsia major. El domingo se plantó en el Xesc Forteza con otro grande de nuestro jazz, Gonzalo del Val, y su contrabajista de cabecera, David Mengual. A la fiesta se sumó el trompetista Benet Palet para cumplimentar así el elenco de su último trabajo: Cancionero. Un revuelto sui generis de composiciones propias, léase Romancero 2 (del Val) o Chamana (Mezquida), salteado con alhajas prestadas – exquisito el Choral, de Keith Jarret en el soliloquio de Mezquida– o flashbacks seculares como el operístico Lasci Chio Pianga, de l’Armina, de Haendel para enlazar acto seguido, de nuevo, con el electrizante Round Trip, de Ornette Coleman. Bien podemos decirlo: una propuesta musical sin atisbo de etiquetas. Aunar en un mismo álbum, que lleva por título Cancionero, a Haendel, Jarret o Motian, evidencia que ni etiqueta ni etiquetas tienen cabida en su proyecto.
La edición no se limitó a la serie diaria de conciertos del cartel oficial en el teatro mencionado. Exhibiciones de swing, vermuts jazzísticos en espacios abiertos, charlas, la mini sección Dones & Jazz (Mujeres y jazz) o la proyección de Cotton Club de Francis Ford Coppola contribuyeron a conferir más empaque y consolidación a una cita que debiera repetirse, sí o sí, el año siguiente.
Iniciativas como el Jazz Voyeur, los festivales de Jazz de Alcúdia y Sa Pobla o el Alternatilla han contribuido a crear una nueva cantera de aficionados al jazz a lo largo y ancho de la isla. De la mano de su director, Ferran Pereyra, el Palma Jazz Festival viene a coronar la labor de algunos pioneros, caídos quizás ya en el olvido, y del mítico festival homónimo, que abrió camino en la Palma de los 80, o de locales lamentablemente desaparecidos como el famoso Café Brussel·les, el Barcelona o el Blues Ville.
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