Doce Notas

La ligereza y la profundidad no siempre tienen que estar reñidas

reporturia  La ligereza y la profundidad no siempre tienen que estar reñidas

© Miguel Lorenzo/Mikel Ponce

 

Hoffmann: un poeta y escritor arrebatado y prolífico que huye de la vida y se vuelca en el arte. Embriagado por el alcohol, nos conduce a través de un fantástico viaje de utopías femeninas. En susodicha producción firmada por Johannes Erath (dirección de escena) y Heike Scheel (escenografía) con un vestuario de Gesine Völlm e iluminación de Fabio Antoci, el plano inicialmente realista de la ópera se convirtió paulatinamente en uno fantástico, en el que el protagonista acaba por perder su reflejo. Esto quedó patente a través de los numerosos elementos grotescamente perturbadores que se fundieron en un extraño mundo onírico en el que los personajes cambiaban de identidad y el adversario de Hoffmann frustraba los amoríos de éste. Las repetidas rupturas del espacio escénico abriéndose hacia el fondo y los laterales mostró con gran plasticidad el paulatino deterioro del personaje principal. Las perspectivas distorsionadas y la superposición de formas de representación cinematográfica y real crearon un sugerente mundo imaginario en el que el protagonista buscó finalmente refugio.

Offenbach fue probablemente uno de los pocos compositores defensores de una ligereza compositiva en absoluto superficial. Los fuertes contrastes musicales y emocionales entre los momentos trágicos y cómicos fueron trasladados de forma impecable a la orquesta por el director Marc Minkowski, claro en sus gestos y agil en la elección de los tempi. Una vez más hay que elogiar a la orquesta en su conjunto, al igual que al arpa en su interpretación solista de la archiconocida Barcarola.

El tenor estadounidense John Osborn se enfundó el papel de Hoffmann con la soltura de quien se siente seguro de su rol, mientras que la soprano sudafricana Pretty Yende bordó a los cuatro amores del protagonista, si acaso con algunas imprecisiones en las coloraturas. El cantante italiano Alex Esposito insufló vida a los cuatro demonios antagonistas de Hoffmann, y lo hizo con robusta presencia y voz baritonal tersa y profunda. Paula Murrihy no quiso ser menos al representar a Nicklausse y a La musa. La voz e interpretación de esta mezzo irlandesa que forma parte del elenco vocal de la ópera de Francfort contribuyeron de forma decisiva al éxito de este estreno ampliamente recompensado por la calurosa ovación de un público que disfrutó de una velada operística redonda.

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