Doce Notas

Una recuperación ejemplar: De sonatas y fandangos. Félix Máximo López en las manos de Mario Prisuelos

cdsdvds  Una recuperación ejemplar: De sonatas y fandangos. Félix Máximo López en las manos de Mario PrisuelosSi hay algo que aún hace falta en nuestros días es tener una visión más completa de la música en Europa en la segunda mitad del siglo XVIII. En este periodo se hace patente el dominio de la alargada sombra de Mozart y Haydn, por la gran influencia del segundo en los compositores de su época y por formar ambos nombres una especie de vórtice historiográfico que acapara la atención de la gran mayoría de nuestros contemporáneos. Entonces ¿qué sonaba en España durante estas décadas? Pues, por ejemplo, músicas como las del CD De sonatas y fandangos, del pianista Mario Prisuelos, dedicado a piezas para tecla de Félix Máximo López.

Comenzando por el compositor, lo primero que salta a la vista es la variedad estilística en la escritura de López. Hay fandangos con algún aire francés en su ornamentación, como las Variaciones sobre el fandango español y las Sonata en re menor3 y la Sonata en sol mayor nº 4, piezas que entran de lleno en el canon del Clasicismo, como la Sonata en mi bemol mayor º 9 y la Sonata en sol mayor nº 15 o un discurso que se acerca a la expresividad retórica de los últimos años del siglo XVIII en las Variaciones sobre el minúe afandangado.

En cuanto a la ejecución quizás lo más notorio es que, siendo un trabajo de recuperación de patrimonio no se acuda a un instrumento histórico, sino a un piano moderno. Pero en este caso nada queda fuera de lugar. La ejecución de Prisuelos es elegante y con recursos bien medidos para lo que tiene en el atril. Se usa un piano moderno, sí, pero no se abusa ni de las dinámicas ni de la sonoridad redonda y acampanada que puede conseguir este instrumento en nuestros días con la inestimable ayuda del pedal; nos encontramos con las agógicas típicas de los instrumentos como el clave, que se usan como recurso para resaltar notas, acordes y pasajes en ausencia de la posibilidad de variar la dinámica, que se puede asumir como algo plausible en la ejecución de un clavecinista que a la mitad de su carrera conoce el fortepiano, pensando en este como el instrumento, o uno de ellos, adecuado para esta música, pero este tipo de agógicas son muy distintas de las románticas y sus rubato; por último ni cede al enardecimiento en pasajes ternarios ni a la solemnidad o patetismo en aquellos más emparentados con la estética de Händel, se mantiene pues dentro de los ideales ilustrados de mesura y armonía.

La música en general es delicada y de muy buen gusto y la ejecución bien medida. Sin duda, una recuperación que celebrar.

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