Comenzando por el compositor, lo primero que salta a la vista es la variedad estilística en la escritura de López. Hay fandangos con algún aire francés en su ornamentación, como las Variaciones sobre el fandango español y las Sonata en re menor nº 3 y la Sonata en sol mayor nº 4, piezas que entran de lleno en el canon del Clasicismo, como la Sonata en mi bemol mayor º 9 y la Sonata en sol mayor nº 15 o un discurso que se acerca a la expresividad retórica de los últimos años del siglo XVIII en las Variaciones sobre el minúe afandangado.
En cuanto a la ejecución quizás lo más notorio es que, siendo un trabajo de recuperación de patrimonio no se acuda a un instrumento histórico, sino a un piano moderno. Pero en este caso nada queda fuera de lugar. La ejecución de Prisuelos es elegante y con recursos bien medidos para lo que tiene en el atril. Se usa un piano moderno, sí, pero no se abusa ni de las dinámicas ni de la sonoridad redonda y acampanada que puede conseguir este instrumento en nuestros días con la inestimable ayuda del pedal; nos encontramos con las agógicas típicas de los instrumentos como el clave, que se usan como recurso para resaltar notas, acordes y pasajes en ausencia de la posibilidad de variar la dinámica, que se puede asumir como algo plausible en la ejecución de un clavecinista que a la mitad de su carrera conoce el fortepiano, pensando en este como el instrumento, o uno de ellos, adecuado para esta música, pero este tipo de agógicas son muy distintas de las románticas y sus rubato; por último ni cede al enardecimiento en pasajes ternarios ni a la solemnidad o patetismo en aquellos más emparentados con la estética de Händel, se mantiene pues dentro de los ideales ilustrados de mesura y armonía.
La música en general es delicada y de muy buen gusto y la ejecución bien medida. Sin duda, una recuperación que celebrar.
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