Doce Notas

Todos los atardeceres de Son Marroig

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Los tres festivales más arraigados del calendario estival mallorquín fijaron sede en el siglo pasado en parajes escogidos de la Serra de Tramuntana, a saber, de sur a norte: Valldemossa (La Cartoixa), Deià (la planta noble de Son Marroig) y Pollença (el Claustre de Sant Domingo). Enclaves plagados ya de por sí de historia, cuya solera heredada seguramente les ha ayudado a afianzarse en el calendario (f)estival. Diez años después de la declaración de la Serra como patrimonio universal de la Unesco, el triunvirato sigue vivo y, tras el impase de 2020, los tres vuelven a la carga.

El más tempranero de ellos es también el último en cerrar la taquilla. Por circunscribirlo en el año solar podríamos decir que el Festival de Deià es un festival de verano en el sentido literal más estacionario. Así arranca a principios de junio, conforme se acerca el solsticio estival, y concluye a finales de septiembre cuando horas diurnas y nocturnas se han equiparado, lo que se conoce como el equinoccio de otoño.

El quinto de los conciertos de la presente edición, celebrado el 1 de julio en la planta noble del casal de Son Marroig, tuvo como protagonista principal al violinista francés de origen argelino Gilles Apap. Descalzo, camisa chillona y pantalón de lino, deambulando como Giles por su casa, Apap inició su recital en solitario. Lo hizo tomando un pasaje de una partita de Bach, para, acto seguido, desmigarlo y filtrarlo por el cedazo del jazz, el bluegrass o los aires célticos. Una aparición que recordó más a Grapelli, que no a Menuhin, aunque su carrera le deba más bien a este último.

Concluido su peripatético discurrir por el flanco más septentrional del palacio archiducal (Son Marroig perteneció hasta principios del siglo XX al archiduque Luís Salvador de Habsburgo), se sumó al festín el violista Byron Wallis, con quien interpretó un dúo del barroco francés Jean Marie Leclair. Al tiempo que el sol dilataba parsimonioso su mutis escénico por uno de los ventanales, se fueron sumando nuevos intérpretes al festín de cuerda.

La primera parte concluyó con los mencionados Apap y Wallis, amén del violinista Alfredo Ardanaz y el chelista Jorge Jiménez. Los cuatro interpretaron el Cuarteto en sol menor op.74 de Joseph Haydn, más conocido el Reiterquartett, esto es, el cuarteto del Jinete. A pesar de algún sobresalto –el desenfadado estilo de Apap, por momentos, desconcierta al oyente y uno no sabe si la nota falsa o apresurada es voluntaria, involuntaria o consentida, sea como sea, siempre insertada sin más en el discurso- los cuatro llegaron al cuarto movimiento conjuntados, para brindar el Allegro con brio, a ritmo de galope, justificando el apelativo del compositor austríaco, que a falta de hijos concibió cuartetos.

Y de un austriaco ilustre, al más ilustre. A su aventajado alumno: Wolfgang Amadeus Mozart. En esta ocasión, tras un receso para asomarse al balcón de Son Marroig y asistir al último suspiro solar en su diaria inmersión mediterránea. El Quinteto en sol menor K.516 coparía íntegramente la segunda parte. Y de nuevo, el ensemble tuvo que ser reforzado. Eva Martín se encargó de apuntalar la segunda viola, que para esta obra prescribió el genio salzburgués. Musicalmente, probablemente fue esta obra la más notable de las interpretaciones. Partitura densa en su movimiento inicial, que obligó a los solistas a extremar sus sentidos, hasta el afable Apap por momentos dio señas de ceñuda concentración. Exquisita composición camerística con un opaco y misterioso adagio, que por momentos nos hace dudar de la autoría mozartiana. Bellas entradas escalonadas de las cuatro cuerdas, como si una abierta de rugby se tratará, y estableciendo un diálogo tan integrado, que se me antoja solo alcanzable entre instrumentos de la misma familia.

No acabaría aquí la multiplicación de las cuerdas. A modo de propina se incorporaron los alumnos de la orquesta en residencia del festival, quiénes dirigidos por el maestro Apap obsequiaron al público con un aquelarre de sones célticos, transmutándose los jóvenes violinistas en fiedlers.

Un concierto ameno y entretenido, tanto por el entorno como por el clima que Apap & Friends consiguieron crear desde la modestia y el desenfado, lejos del dress code y de las imposturas sociópatas. Por delante restan aún casi una docena más de conciertos, en los que podremos escuchar a una nutrida nómina de pianistas como Dina Nedeltcheva, Nikolai Kuznetsov, Magí Garcías, Barbara Cvitanovic o al mismo director del festival, Alfredo Oyágüez.

https://www.dimf.com/son-marroig-2021.html

60ª edición del Festival de Pollença

La vecina Valldemossa le arrebata a Deià cada domingo de agosto la parroquia melómana. El pacto de no agresión, escrito o no, reserva los viernes a Deià, los sábados a Pollença y los domingos a Valldemossa. El decano Festival Chopin, cuyos inicios se remontan a 1929, impertérrito desde hace décadas ante su cita inamovible: domingo, 22 horas, claustro de la cartuja. Ante la celda número 2 peregrinan y peregrinaron algunos de los pianistas más sobresalientes del presente y el pasado siglo. Este año los intérpretes invitados son Miquel Estelrich, junto al violinista Vasko Vassiliev, (8 de agosto), Claudio Constantini (15), Nicolai Khozyainov (22) y François Dumont (29).

El primer cajón del pódium, no obstante, sigue reservado al Festival de Pollença, más por méritos pasados que presentes, que este año alcanza su 60ª edición. En el otro extremo de la Serra Tramuntana, el claustro de Sant Domingo presume de galones pasados, a los que trata de restituir el lustre desvaído, tras dos décadas de rumbo incierto. El que en su día apostara por la excelencia musical, antes de que Santander o Granada le tomaran la delantera, intenta no perder comba del todo con los grandes. A pesar de constantes idas y venidas, y algún que otro vacío de poder, Pollença parece decidida a volver a la apuesta clásica y en tiempos de pandemia ha logrado diseñar un cartel de 60 aniversario, si no deslumbrante, no exento de solistas de primer nivel como Yuja Wang (5 de agosto), Piotr Beczala (18 de agosto) y la Akademie fur Alte Musik Berlin (concierto de clausura, el 28 de agosto). Amén de algunas apuestas de proximidad como la Orquetra Adda Sinfónica, bajo la dirección de Josep Vicent, la Orquesta Simfònica de Balears, la Escolania de Lluc o el pianista Andreu Riera.

Cuando Pollença y Valldemossa hayan liquidado ya sendas ediciones, Deià seguirá aun perseverando, un mes más, en estirar el calendario estival (los pianistas Josep Colom y Carmen Deleite clausurarán el Festival de Deià el 30 de septiembre con un recital a cuatro manos) y citando a las 20:30 horas a los aficionados ante el acantilado de Sa Forada, ignorando la dictadura estacionaria que impone el calendario escolar. A esa misma hora, centenares de curiosos colapsan, a pocos metros de Son Marroig, el parking del mirador homónimo para contemplar la puesta de sol, desconocedores quizás del otro chill out, donde el hilo musical del atardecer es sustituido por música en directo.

https://festivalpollenca.com

https://festivalchopin.com

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