Doce Notas

Se recuperan los cuartetos de cuerda de Gaspar Cassadó

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Los tres cuartetos para cuerda del violonchelista y compositor Gaspar Cassadó (Barcelona, 1897 – Madrid, 1966), discípulo destacado de Pau Casals, han sido recuperados, grabados y publicados de forma integral por primera vez. Hasta el momento sólo se conocía una de estas obras y el Quartet Altimira ha recuperado los manuscritos de los otros dos cuartetos, que permanecían inéditos en Japón, y los ha puesto a punto para su interpretación y grabación.

El disco Els Quartets de Gaspar Cassadó, disponible en formato CD y pronto en plataformas digitales, ha sido grabado entre agosto y noviembre de 2020 y publicado por Tritó Edicions, sello que próximamente también editará las partituras. El trabajo se presentará de forma presencial el próximo domingo 17 de enero, a las 12:00 h, en un concierto en el Petit Palau de Barcelona a cargo del Quartet Altimira organizado por BCN Clàssics.

Los cuartetos

En 1927 el violonchelista catalán Gaspar Cassadó pasa una temporada en Roma y empieza su proyecto de composición más ambicioso hasta el momento: tres cuartetos de cuerda con formato clásico que incluyen once movimientos y más de sesenta minutos de música. Los tres se firman en Roma (en 1927, 1929 y 1933, respectivamente) y comparten muchas características, desde las claras influencias idiomáticas de los cuartetos de Debussy y Ravel, y de maestros nacional-románticos como Janáček, o el lirismo dominado por el registro grave con acordes disminuidos en los movimientos lentos hasta el protagonismo de células rítmicas y subidas cromáticas en los últimos movimientos. Sin duda podemos considerar los cuartetos como un conjunto o ciclo de obras.

En el primer cuarteto aún estamos en terreno familiar en cuanto al lenguaje musical de Cassadó, gracias a la sonoridad española proporcionada por la escala frigia, los tresillos improvisados y los ritmos con puntillo. En cambio, ya se perfilan varias líneas de desarrollo menos habituales para el compositor, por ejemplo, la prominencia de ritmos complejos y el carácter claramente cíclico (herencia de Debussy y Ravel) que es presente en la repetición y variación de ciertas células temáticas a lo largo de la obra.

En el segundo cuarteto, la sonoridad se mueve desde el folklorismo español hacia aires más franceses y hasta más centroeuropeos. Es el cuarteto más impresionista, especialmente el segundo movimiento (Canzone e Pavana) que está lleno de armónicos, pentatonismo, tremoli y pizzicati.

El tercer cuarteto nos aleja un paso más del folklorismo con su carácter dramático y postromántico exponiendo secciones heterogéneas con abundantes cromatismos y disonancias. La yuxtaposición entre dos temas contrastados es un elemento recurrente en todos los cuartetos de Cassadó, pero está especialmente exagerado aquí en el segundo movimiento donde se intercala un tema rítmico pentatónico con una lenta melodía schubertiana. En el tercer movimiento hay una clara alusión a su maestro Pau Casals: casi todo el movimiento es un gran solo para violonchelo donde aparece el famoso Cant dels ocells, disfrazado en tonalidad mayor.

Los cuartetos datan de la época más productiva de Cassadó, cuando muchas de sus obras conocidas ven la luz, por ejemplo, su Sonata Española para violonchelo y piano (1925), el Piano trio (1929), la famosa Suite para violonchelo solo (1926) y Requiebros (1932), la Sonata para violín y piano (1926) y la Rapsodia Catalana para orquesta sinfónica, que se estrena en Nueva York en 1928.

Sin embargo, solo en los cuartetos podemos observar la evolución del idioma musical de Cassadó al través de tres obras de un mismo género. Este hecho cobra especial relevancia cuando recordamos que Cassadó decidió priorizar su carrera de intérprete y relegar su actividad de composición a ser “un pasatiempo”, como explicaría años más tarde, justo antes de acabar el tercer cuarteto. En realidad, después de 1933, el violonchelista escribe poco, y casi siempre piezas breves para violonchelo y piano. Con este trasfondo, la evolución gradual desde el primer movimiento del Cuarteto núm. 1 hasta el último del Cuarteto núm. 3 –que va hacia más tensión armónica, cambios súbitos entre módulos contrastados y dominancia rítmica– es una indicación fascinante sobre el desarrollo del músico catalán y nos lleva a la imposible pero inevitable pregunta: ¿Cómo habría quedado el opus de Cassadó si hubiera priorizado la composición por encima de la interpretación?

(Texto: © Gabrielle Kaufman)

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