Doce Notas

Polifemo, la versión napolitana de Dorothee Oberlinger y el Ensemble 1700

cdsdvds  Polifemo, la versión napolitana de Dorothee Oberlinger y el Ensemble 1700Si de ópera napolitana hablamos, sin duda un apellido que ha trascendido es Bononcini. Pero no nos referiremos aquí a los cuatro miembros de la saga familiar que desarrollaron una importante carrera musical (Giovanni Maria, Giovanni, Antonio Maria y Giovanni Maria) sino a el compositor –sobre todo de óperas– Giovanni Bononcini (1670 – 1774). Su talento le hizo trabajar para grandes mecenas como Leopoldo I de Hasburgo (el marido en el casamiento arreglado de la célebre infanta que Velázquez en Las Meninas inmortalizó) o Sofía Carlota de Hannover (Reina consorte de Prusia por las segundas nupcias de Federico I). Y tengamos en cuenta que este último movimiento geográfico se produjo huyendo de los avatares de la guerra de sucesión española.

Sería para la corte de la reina Sofía Carlota para la que compondría la ópera Polifemo, cuya versión a cargo de Dorothee Oberlinger al frente del Ensemble 1700 nos ocupa en estas líneas.

Si nuestro Bononcini, junto a compositores como Hasse, Vinci o Scarlatti (por citar nombres con gran resonancia) es a menudo invocado como uno de los grandes de este género, ello no puede entenderse sin insertarlo dentro de las circunstancias históricas que arriba se nombran y sin recordar que estamos entre medias de las crisis (sí, en plural) del imperio español en la segunda mitad del siglo XVII y del proceso que terminó con la paz de Utrecht. Todo esto, visto en perspectiva, tiene su dimensión sonora en Bononcini y podemos escucharlo inequívocamente en la versión de Oberlinger (sea cual sea su intención o no intención al respecto). Pero, aterricemos primero en la producción discográfica. 

Polifemo (con libreto del También compositor Atilio Ariosti), si a una descripción sonora a priori recurrimos, se desarrolla como una sucesión de números musicales de lucimiento –por varias vías– intercalados con recitativos secos. Tal sucesión no es otra cosa que todas las oportunidades para el lucimiento de los cantantes (sobre todo del trío de principales) alternados de tal manera que se logre variedad en la propuesta. Ahora bien, si tendemos un puente hacia el escucha de hoy en día, lo primero que notamos es que lo narrativo queda condicionado de tal manera que en lugar de percibir sonoramente un relato tal sucesión de números musicales nos parece una propuesta lineal, muy lejana de nuestros familiares parámetros de originalidad (asociada a la no repetición lato sensu) y búsqueda de un clímax.

Entonces, ¿cómo abordar la interpretación para hacer lucir una ópera napolitana de la manera en la que fue concebida por su compositor? Pues, naturalmente, dotarla de cantantes solventes y, sobre todo, capaces de cautivar vocalmente. Oberlinger se ha procurado esto en el trío de personajes principales, donde destaca la labor de la experimentada Roberta Invernizzi.

Si de puntos destacables nos referimos, citaremos tres. Uno es el primer número en el que se presenta a Polifemo con el recitativo y aria Vanarella, pazzarella, brillante, muy expresiva y con mucha personalidad, que nos permite percibir sólidamente al personaje en su dimensión histriónica.

En segundo lugar, Soccorete non tardate (aria), quizás un poco excesivo el histrionismo con un pretendido word painting en un pasaje melismático como imagen sonora de lo que podría ser la indicación “gemendo”, pero indudablemente efectiva.

Por último, no podemos negar que todos son, en general, muy expresivos, con buen uso del contraste y muy comprometidos con el texto, que se entiende sin demasiado problema (dentro de lo que este tipo de vocalidad deja permite) A esto hay que añadirle las cadencias y ornamentos: de lucimiento, pero nunca fuera de sitio.

En suma, la versión sonora de una obra concebida dentro de un marco estético que sigue la estela de exuberancia teatral del entorno áulico de este momento, en pleno auge del star system de los cantantes barrocos y que, en tiempos revueltos, necesita “demostrar”, sería problemática si no sirviera (entre otras cosas, pero, sobre todo), de plataforma de lucimiento a los cantantes para el deleite de los escuchas. Esto es lo que consigue Oberlinger al frente de su Ensemble 1700.

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