Doce Notas

Todo se andará

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Foto: Miguel Lorenzo

La ópera del compositor húngaro György Kurtág ha recibido muchos elogios por parte de la crítica y hay quien la califica de obra maestra del siglo XXI. Sin duda se trata de una pieza vanguardista y temáticamente osada, al igual que la de Beckett de 1956 con título homónimo, surgida en pleno auge del teatro del absurdo y del existencialismo. Este ambiente filosófico-artístico en la París de los años cincuenta fue decisivo para Kurtág y para su única ópera, por más que ésta surgiera 70 años más tarde.

Sin obedecer a cánones seriales, Fin de Partie podría pertenecer estéticamente a lo que en los sesenta se llegó a denominar puntillismo musical: ausencia de melodías, sustituidas en todo caso por motivos de una, dos o máxime tres notas; ausencia también de enlaces armónicos a gran escala; yuxtaposición de pequeños bloques sonoros aislados entre sí; una instrumentación muy variada aplicada en pequeñas pinceladas; un uso amplio de silencios, etc.

Siendo uno de los compositores más longevos de la historia de la música, Kurtág (1926) es al mismo tiempo uno de los más monolíticos, fiel a sus conceptos estéticos desde hace décadas. Podría decirse que Fin de Partie es una obra tardía, muy tardía, la cual, sin embargo, plantea a su manera temas que desde siempre han resultado incómodos para el burgués acomodado y perezoso que únicamente busca la evasión en el arte.

Ante un público no muy numeroso, pero respetuoso e interesado, el director de orquesta alemán Markus Stenz condujo a la OCV con precisión a través de los intrincados compases en lo que se podría definir como un admirable ejercicio de ensamblaje instrumental. Sin él, sin su profundo conocimiento de la partitura, nada de lo oído hubiera sido posible. La dirección de escena de Pierre Audi (fundador del mítico Almeida Theatre en Londres) y la iluminación de Urs Schönebaum recrearon junto a la escenografía y vestuarios de Christof Hetzer ese ambiente sombrío y desolador en el que Beckett sitúa a sus cuatro protagonistas en una casa aislada junto al mar.

Poco se puede decir que no se haya dicho ya del excelente cuarteto vocal. Responsables también del estreno de Fin de Partie en la Scala milanesa hace ahora dos años, los cuatro cantantes plasmaron perfectamente a sus respectivos personajes. El bajo noruego Frode Olsen (Hamm) es conocido por su especialización en el repertorio contemporáneo y en roles complejos como el del doctor en el Wozzeck de Berg. Leigh Melrose encarnó al neurótico Clov a la perfección, incapaz de sentarse un solo minuto. Especializada en ópera barroca y contemporánea, la contralto lírica galesa Hilary Summers (Nell) y su pareja Leonardo Cortellazzi (Nagg) resolvieron sus papeletas con nota. Habría sido interesante poder contemplarles de cerca en lo que, en su estética y contenido, se asemeja mucho a una ópera de cámara

Los gestos y la mímica de los cantantes posiblemente revelasen en esta sutil interpretación musical del drama psicológico de Beckett mucho más de lo que se podría apreciar desde lejos. Con todo, queda por elogiar la valiente apuesta de Les Arts que abre sus puertas a estéticas aún no asimiladas por el grueso de la sociedad. Todo se andará…

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