Doce Notas

Penderecki, genio y figura; vanguardia y voz propia

actualidad  Penderecki, genio y figura; vanguardia y voz propia

Coincidí con Krzysztof Penderecki al menos en tres ocasiones, en una de ellas logré incluso intercambiar algunas palabras con él y su esposa Elżbieta. Este hecho no tiene nada de especial, dado que el compositor polaco frecuentaba no pocos conciertos (costumbre no siempre arraigada entre sus colegas) y mantenía hasta hace un par de años una agenda que no pocos jóvenes envidiarían.

Mentiría si afirmara que conozco la música del maestro de Dębica. Lo que sí puedo testimoniar es la veneración de la que gozaba este compositor en Polonia desde hacía décadas. Mi primer encuentro no está exento de cierta comicidad. Apenas llevaba un año residiendo en Wrocław y en junio de 2013 la Filharmonia Wroclawska programó un concierto homenaje con motivo del 80º aniversario del maestro. La puntualidad nunca ha sido mi fuerte y llegué sobre la campana, así que me apresuré a acomodarme en una de las pocas butacas que quedaban disponibles. Al poco, un acomodador me invitó con vehemencia a desalojar la localidad. A los pocos segundos el homenajeado tomaba asiento en la butaca profanada.
A día de hoy la vida musical de Polonia está impregnada de este admirador confeso de Bach, Beethoven o Shostakovich. En estas fechas, si circunstancias excepcionales no lo hubieran impedido, se debería estar celebrando el Wielkanocny Festiwal Ludwiga van Beethovena, que coordina su esposa Elżbieta y en el que él solía tomar parte activa. Fuera de su país natal Penderecki era uno de los compositores vivos imprescindibles para conocer la vanguardia musical del último medio siglo. Para la mayoría de los mortales legos, su eufónico linaje permanecerá, no obstante, indisociable ya de la música elegida por Kubrick para El resplandor.

Su juicio parecía sentar jurisprudencia al poco de ser emitido. En Palma de Mallorca, donde dirigió a principios del pasado año a la Simfònica de Balears, tuve ocasión de escucharle por última vez. Allí advertí que Krzysztof Penderecki no era amigo del pasteleo y se mostraba firme en sus juicios de valor. Una entrevista para la televisión polaca vino a corroborar mi percepción: “Todos los artistas se creen que tienen razón y tachan a los otros artistas de idiotas. Yo no voy a ser menos.”, afirmaba. Su tono oscilaba entre la mordacidad, la ironía y la seguridad del que se sabe en lo cierto.
Su predicamento, palabra sagrada. Desde la nunciatura de Karol Wojtyła, Cracovia no había conocido una personalidad tan respetada. Apenas 200 metros separan el Palacio Episcopal de Cracovia, donde cuelga perenne la estampa del Papa polaco, y la sede de la Filharmonia Krakowska, actualmente en obras. Cuando la mal llamada normalidad regrese a nuestras vidas y los andamios descubran la faz remozada de la sala de conciertos, no nos extrañe encontrarnos con la efigie de Penderecki.

En una de las balconadas interiores de dicho auditorio pude distinguir pocos años atrás la silueta del compositor. Jiří Bělohlávek, también ya fallecido, dirigía en aquella ocasión a la Orquesta Filarmónica Checa. Quien no reconocería esa barba impecablemente perfilada y sus inconfundibles gafas de pasta. Esa cara bonachona no invitaba a pensar que uno estaba ante la personalidad cultural polaca más reverenciada del momento y uno de los compositores imprescindibles de la segunda mitad del siglo XX. Su música, no exenta de dificultades, no casaba con esa cara, la mayor de las veces risueña, que no escatimaba en muecas cómplices o sardónicas. ¿Quién sabrá? Se le veía un hombre feliz y próximo, al que la fama no le había distanciado en exceso de la gente.
Estamos en días de cuaresma y de pasiones, muchas de ellas postergadas por una segunda cuarentena sobrevenida, que no ha respetado ni tempos religiosos ni efemérides musicales. Ha llegado el momento de saldar, por tanto, una cuenta musical pendiente, años postergada. Ya no podemos aducir falta de tiempo. Esta Semana Santa, sin mayor dilación, me dispongo a escuchar la Pasión según San Lucas del maestro Krzysztof Penderecki. En paz descanse, su autor.

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