El autor de Riudoms después de unos años de intérprete de piano y armado con las poderosas herramientas de un serialismo muy avanzado –Webern– y del expresionismo musical, se decide a «componer» lo que pudieran ser piezas de una noche de gran inspiración para músicos de free jazz como Cecil Taylor o Marylin Crispell, enormes los dos. La diferencia es que Guinjoan delinea estas partituras con absoluto detalle armónico, rítmico y tímbrico. No espera que el intérprete tenga una noche de excepcional inspiración, ya está casi todo escrito.
Como muchos compositores españoles abrazó la vanguardia en aquellos inciertos y experimentales años 70. Música, teatro, artes, cine…todo eran terrenos por explorar y entre ellos se formaron dinámicas y sinergias creativas de un alto valor estético siguiendo estelas anteriores -Acilu, De Pablo, Marco-. Música más propia de centros de arte actual que de caducas sesiones de casino de provincias, algo que en aquella España persistía.
Habría que esperar a los noventa para que estos reconocimientos artísticos llegaran, como a Tapies con su informalismo matérico o a Brossa con su surrealismo poético-visual. Una música además que swinguea y contiene citas de jazz, a veces en forma de explosivos clusters contrapunteados o sincopados.
La interpretación es magnífica, y se me antoja un tanto atlética, a cargo de Alfonso Calderón de Castro, profesor de piano en Andalucía y premiado en Europa. Un derroche de precisión y energía – por ejemplo en la conocida pieza Digraf – o de imposibles progresiones semitonales en Verbum. El cd lo abre la pieza Jondo, lo dice todo: nos encontramos ante un plato pata negra.
Cierran este trabajo dos piezas de importancia: Tempo Breve excepcional dialogo tonal para piano y Au revoire Barroco, categórica aseveración, sin duda.Pieza muy compleja y barroca que exhibe una disociación impresionante entre escalas graves y agudas que apenas llegan a cruzarse. Impresionante.
Dos consideraciones finales: magnífica sonoridad de la sala de grabación, Auditorio Manuel de Falla de Granada, y magnífica producción y registro de sonido a cargo de Francisco Moya y Chelius Salmerón respectivamente.
Magnífico trabajo. Absolutamente recomendable.
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