Doce Notas

Mi querido Haendel…

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Mi querido Haendel, ¡qué asombro y humildad inspiras en mí!… Me enamoré de ti cuando tenía 14 años después de que mi escuela de música me escogiera para cantar tu aria sse Stille, sanfte Quelle en un concierto de Navidad en la Gewandhaus de Leipzig… Tú has sido mi constante compañero en la vida y en el arte. ¿Qué sería sin ti? Desde que tu música encontró su camino en mi corazón y en mi alma, he estado inspirada por tu magia.

Hay amores más cálidos, etéreos; fuegos fatuos, provocados, exiguos. Incluso la confusa línea entre la admiración, el enamoramiento y el deseo es capaz de germinar una exaltación romántica de primera categoría. No se imaginaba George Friedrich Haendel por el año 1759 que su música despertaría en el siglo XXI pasiones tan febriles como la de la soprano, también alemana, Simone Kermes. Delirio adscrito a las progresiones descendentes de las melodías y las coloraturas imposibles del compositor, que, confieso, yo también padezco.

En Berlín, verano de 2018, Kermes escribe esta carta cantada a su ídolo barroco, en la que incluye sus éxitos y otras arias más desconocidas de ópera y oratorio. Con una carátula bastante convencional, Sony Classical edita, ya en 2019, Mio caro Händel, disco compacto de estructura circular. Rinaldo abre y cierra la voluble disertación de la soprano, caracterizada por irregularidades entre lo sobresaliente y lo más modesto. El CD presenta una querencia digna de estudio, cuyas arias más célebres son, con diferencia, las peor cantadas.

Furie terribili!” sienta jurisprudencia; efectos especiales de tormenta presentan la introducción orquestal que se añade con un zoom in. ¿Es necesario el empleo de truenos figurados para comprender el discurso haendeliano? Incluso llama la atención que estos efectos únicamente sean utilizados en el primer aria del CD, ¿por qué? Dentro de lo absurdo, el canto expresivo de Kermes queda así ridiculizado por la alta tecnología.

Trece años separan a Armida y Cleopatra, heroínas de las óperas Rinaldo (1711) y Giulio Cesare in Egitto (1724), respectivamente. Incomprensible, pero verídico; “Piangerò la sorte mia” se escucha con aire, estrecha, infantil y para nada creíble en algunas regiones. Con una sola audición se advierten las desigualdades en el tratamiento de las erres, incluso la t suena demasiado aspirada. Sin embargo, la dirección del fraseo y la sutileza de los pianísimos, los dos fuertes de Kermes, salvan la interpretación.

Disserratevi, o porte d’Averno” de La Resurrezione, “Ah! Spietato” del primer acto de Amadigi di Gaula, “Scherza in mar la navicella” de Lotario y “sse Stille, sanfte Quelle”, son las arias más pulidas del disco compacto. Destacan por el exquisito tratamiento de las dinámicas, las artificiosas coloraturas resueltas con maestría, el diálogo con la agrupación (Amici Veneziani) y la intención expresiva. Piezas en las que, ahora sí, muestra con cálidos sentimientos esa admiración por el compositor que tantos buenos momentos le ha regalado:

Para ti, la música fue lo más grande y quizás lo único que te importaba. Incluso dijiste a tu rey, Jorge II, que no tenías tiempo para nada más que la música. Entiendo todo esto demasiado bien. Nuestro amor más grande es la música porque en ella podemos sentir lo divino. La música siempre me ha consolado y dado fuerzas para no perder nunca de vista el sentido de mi vida. Y tú, querido Händel, estuviste a menudo conmigo en estas ocasiones.

Estos vaivenes de la existencia, implícitos en el mensaje de la soprano, están genialmente representados con la alternancia de las arias de lamento y de furor. Si bien la solista peca en ocasiones de frialdad, Amici Veneziani (agrupación creada por Kermes en 2017, bajo la batuta de Boris Begelman) hará del acompañamiento orquestal una delicia en las archiconocidas “Ombra mai fu” y “Lascia ch’io pianga”, enriqueciendo, en especial, a la primera, más flojita vocalmente.

Come nembo che fugge col vento” de Il trionfo del tempo e del disinganno, aria con una melodía semejante a “Come nube che fugge dal vento” de la ópera Agrippina (esta última más conocida), no fue la mejor elección. Aunque la voz no se mueve con la elasticidad que acostumbra y los adornos del da capo tampoco dejan mucho que desear (en cuanto a belleza), mantiene el tipo en los graves, lo que se agradece. Completan el CD “Morirò, ma vendicata” (Teseo), “Se’l mio duol non è si forte” (Rodelinda), “My vengeance awakes me” (Athalia), “Author of peace” (Saul), “M’hai resa infelice” (Deidamia) y “Guardian angels” (The triumph of time and truth).

Así, con sus más y sus menos, Simone Kermes ofrece a Haendel su más preciado tesoro: la voz. Carta musical, escrita y cantada, que concluye con las siguientes palabras:

Mi querido Händel, tu música respira un espíritu de sublimidad, profunda humanidad y verdad. Y su impacto espiritual es más radiante que nunca. Un día nos encontraremos con el sonido de los coros celestiales. Te amo con todo mi corazón y te abrazo con todo mi alma.
Tu Simone.

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