Doce Notas

Un proyecto con cabeza (y muchas batutas)

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Este dato cobra un interés especial a tenor de la evolución general que se ha registrado en la Comunitat a lo largo las últimas décadas consistente en impulsar desde las mismas sociedades la creación de escuelas, orquestas y otras formaciones al margen de las tradicionales bandas. Dicho en otras palabras: los instrumentos de cuerda ya forman parte de dichas sociedades.

La FSMCV fomentó esta tendencia al crear ella misma en 2014 a la orquesta como una unidad musical más junto a la Joven Banda y la Banda de Dones. Dotada de 95 músicos de entre 15 y 28 años de edad, la Jove Orquestra es uno de sus proyectos pedagógicos estrella al calificarse de escuela de alto rendimiento y plataforma para permitir el perfeccionamiento de los jóvenes en el seno de una de las formaciones más emblemáticas de la historia de la música.

El director artístico de la orquesta Cristóbal Soler no fue en esta ocasión quien se subió a la tarima, sino diez de los jóvenes directores formados en la Academia Internacional de Dirección de Orquesta José Collado (AIDO), y de la que Soler también es el máximo responsable. Junto a los directores invitados John Carewe y Álvaro Albiach, preparó a los jóvenes talentos de la batuta para que se sucedieran en el escenario y dejaran una muestra de sus habilidades técnicas y musicales. También ellos se merecen un elogio por su labor ante un conjunto que en todo momento supo responder de manera compacta a las indicaciones recibidas desde la tarima. Hubo momentos en que éste desarrolló un sonido que en absoluto delataba la edad de sus componentes, sino que parecía provenir de una orquesta con mucha más experiencia.

La velada comenzó con el Concierto nº 2 para contrabajo y orquesta de Bottesini, un anticipo de lo que es capaz de ofrecer la magnífica sección de cuerdas, la cual se vio reforzada por los vientos, la percusión y arpas en los diversos números de El cascanueces, de Chaikovski. Aquí sorprendió una vez más la brillantez del tutti con una amplia gama de claroscuros bien conjuntados. En las Danzas polovtsianas del Príncipe Igor de Borodin dominaron las sutiles alternancias instrumentales antes del primer gran estallido orquestal, que dejaron entrever la calidad solista de algunos de los miembros de la orquesta. Este hecho quedó patente en la Scheherezade de RimskiKorsakov, y no solo a través de las cristalinas cascadas sonoras del concertino y formidables intervenciones de la clarinetista, sino del conjunto en sí que una vez más dio muestras de que el proyecto de la Jove Orquestra es un proyecto con cabeza (y en este caso en particular con muchas batutas).

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