Después de abordar un reto de envergadura como su adaptación de Electra al mundo rural español, con el Ballet Nacional de España, Antonio Ruz (Córdoba, 1976) regresa a casa, al trabajo íntimo con su propia compañía.
De la grandiosidad trágica pasa ahora a una reflexión introspectiva en Presente, en la que aborda la resbaladiza noción de presente, que implica una indagación sobre el tiempo y los impulsos, el pasado y el futuro, sobre lo efímero y volátil del ahora, sobre lo que él mismo define como el regalo que significa el instante. “Este trabajo pretende investigar el concepto del presente a través de los sentidos y explorar la relación del movimiento y la materia con los estímulos como vías de expresión, como entusiasmo para desarrollar una determinada acción cotidiana”. Y lo hace sin ignorar la incertidumbre, la ansiedad y el vértigo que son signos de estos tiempos de extrema velocidad que vivimos.
De entrada, parece raro pasar de una épica trágica y narrativa como Electra a un tema introspectivo y volátil como el tiempo presente. Pero no lo es si se echa la mirada atrás y se revisan las preocupaciones, siempre singulares, que han movido a Antonio Ruz en cada una de sus creaciones, felizmente casadas a través de un estilo y un modo escénico ya reconocible y al mismo tiempo ajenas y divorciadas en cuanto a temáticas y motivaciones, como se verifica en obras como Ojo (2012), incursión en el mundo de la percepción; À L’espagnole, fantasía escénica (2015), que revisaba el Barroco; Beautiful Beach (2015), fantasía playera, o la musicalidad en Double Bach (2016). Todo este mestizaje estético proviene quizá de su propia formación, que incluye estudios y notables experiencias en el flamenco, el ballet clásico y la danza contemporánea, y su participación en grandes compañías, destacando muy especialmente su actividad como guest en la reputada compañía alemana de Sasha Waltz.
____________________________