Doce Notas

Alma, pasión y concerti per archi: el tesoro de Venecia

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En las últimas décadas, la música vocal de Antonio Vivaldi (1678-1741) ha sido ampliamente difundida, si bien hasta hace poco nos sorprendíamos al escuchar sus obras vocales, como señala Pablo Queipo de Llano Ocaña. Pero es en su faceta de genial compositor de conciertos que escuchamos aquí al Prete rosso, el admirado y envidiado sacerdote pelirrojo que derrocha variedad y cantabilità en sus conciertos para orquesta de cuerda barroca. Vivaldi lega obras tan sublimes que despertó la envidia en sus contemporáneos y fue blanco de sátiras en la Venecia de su tiempo, como la publicada por Benedetto Marcello (Il teatro alla moda).

Las partituras, empero, son solo mapas, el tesoro es la música, según una idea formulada hace más de una década por Eduardo Soto; solo en manos de directores y músicos como Ottavio Dantone, solistas como Alessandro Tampieri y orquestas como la Accademia Bizantina, podemos llegar al tesoro de la música barroca veneciana de la primera mitad del siglo XVIII. Dicho esto, escuchemos.

La escucha activa del Concerto RV 167 in si bemolle maggiore, en el primero de los dos CD, poderoso como una galeazza de los astilleros de Venecia, sugiere que Vivaldi defiende el parámetro de la articulación y los matices más sutiles, desde luego captados con precisión de otro tiempo por Ottavio Dantone y la Accademia. El Concerto RV 118 in do minore crea una atmósfera inquietante desde el primer movimiento rápido, típico de concierto barroco italiano.

El ritmo constante y estilo concertante del Concerto RV 138 in fa maggiore nos hace pensar de nuevo en la articulación virtuosa y esmerada. Sigue el Adagio y en muy pocos segundos toda Venecia ha pasado ante nuestros ojos. El último movimiento zarpa de los astilleros venecianos más rápido que el primero con trémolos enérgicos típicos de la música barroca italiana.

El Concerto RV 126 in re maggiore introduce una alegre tonalidad nueva (estamos flanqueados por dos conciertos en sol minore, formando casi un tríptico), adecuada a una música no menos enérgica; esta vez el movimiento lento da cabida a muchos más suspiros, afectos y centrifugados del alma, en tanto que el Allegro molto final hace pensar en un Vivaldi que nunca podría ser cantado.

Sin duda el más especial a nuestro juicio es el Concerto RV 163, “Conca”, inspirado por el sonido de una conchiglia marina, según Ottavio Dantone en su preciso y fluido texto del libreto, un concierto este que trae ecos de marineros creyendo que el sonido de cierta concha marina puede calmar o provocar tormentas, como el mismo Eolo desde su fortaleza, recordaba Virgilio en su Eneida. El mismo compositor que –presumiblemente- compuso un soneto para cada movimiento de sus conocidas Cuatro estaciones es muy capaz de evocar, de la mano de la Accademia, estas tormentas y calmas. Terminamos como comenzábamos el CD, en si bemol mayor. Cada detalle es bien elegido, el políptico es perfecto.

El segundo de los dos CD nos acerca a un corpus único, recuerda Ottavio Dantone en el libreto; ciertamente la viola d’amore no se escucha con frecuencia, pero mucho menos aún podemos escuchar una grabación como esta, con los primeros conciertos escritos para este instrumento solista, que dialoga con la orquesta de cuerda.

El Concerto RV 394 in re minore nos introduce de lleno en un lenguaje diferente, de frases más largas que las escuchadas hasta ahora. Se nota cuando un compositor consigue lo que quería; se nota cuando un compositor ama un instrumento; en el momento de la escucha, sin embargo, agradecemos sobre todo que el intérprete nos haga amar y comprender la música tan bien como él. Nos hace fácil lo difícil y traduce un hechizo. Alessandro Tampieri nos transmite fielmente lo que Vivaldi tenía que decirnos. La variedad y claridad de la ornamentación, la oportunidad del fraseo y las dinámicas, la sutilidad de la messa di voce en los valores más largos nos hace casi rozar con nuestras manos el tesoro; las partituras son solo mapas, como arriba dijimos.

El resto de la orquesta de cuerda ha cedido el paso gentilmente, ha enmarcado y concluido el primer Allegro dando paso a un Largo bastante breve, articulado en torno a una célula rítmica “larga-breve” y que nos parece casi una excusa de Vivaldi para volver al Allegro final del presente concierto. Esta vez no hay lugar para frases musicales largas, el compositor ha demostrado la capacidad de su amado instrumento en esa tesitura. Sí, una progresión o marcha progresiva de cuatro elementos nos hace descender con el vetusto instrumento hasta la entraña misma de Venecia.

En el Concerto RV 397 la furibunda viola d’amore de Alessandro Tampieri quiere abrirse paso por medio de un variolaje vertiginoso y hacer alarde del potencial de todas sus cuerdas, así las pulsadas como las que vibran por simpatía. Sigue el movimiento lento, que privilegia las frases largas y la viola d’amore toma más protagonismo incluso; dialoga con la orquesta de cuerda.

De nuevo terminamos la escucha del segundo CD como habíamos empezado, en re menor, con el último concierto: la preocupación por el detalle de la Accademia favorece el políptico y la simetría. El último concierto nos recuerda en su primer movimiento al compuesto en la menor para violín y orquesta; autocita de Vivaldi o no, un tesoro que se escucha.

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