Las grandes personalidades no dejarán de planear jamás sobre nuestro horizonte, se mantienen vigentes e influyen continuamente en nuestros actos y decisiones. Lo cierto es que la enorme figura de Pau Casals caló tan hondo en el panorama musical y social del momento, ejerció tal influencia que aún podemos seguir recogiendo ecos de su extensa y delicada labor. El bellísimo trabajo que presentan el violonchelista Damián Martínez junto a la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña y al director Jordi Bernàcer es un claro homenaje a su figura, un homenaje al espíritu que proyectó tal personalidad.
El cuidado programa del CD contiene tres obras bastante poco frecuentes e incluso inéditas en el mundo discográfico, como es el caso de la obra de Cassadó. Comenzando por una excelente obra de Alexander Glazunov, el Concerto Ballata Op. 108 dedicado al propio Casals, donde desde el inicio queda patente que la interpretación de todo el conjunto, solista y orquesta, va a ser rigurosa, cuidada y con un alto grado de seriedad y profundidad. Martínez muestra una gran generosidad con el conjunto en diversos ámbitos tanto interpretativos como en la dramaturgia del programa. La obra, que no fue estrenada por Casals sino por un pupilo suyo, se escribe en un único movimiento con partes diferenciadas aunque no concebidas de forma separada, al igual que ocurre con el para entonces ya muy anterior Concierto de violín Op. 82 y el posterior Concierto para saxofón Op. 109.
La escritura “romántica” del concierto pertenece a una época anterior, de hecho podría haber sido compuesto perfectamente unas décadas antes, donde guardando gran semejanza con algunas de sus sinfonías y algunos de los conciertos citados, el compositor crea un concierto que no es nada recurrente en nuestras salas de concierto pero que encierra un gran lirismo siendo de una belleza y sensibilidad muy notable. Destaca el tratamiento y la elaboración del material motívico que realiza Glazunov durante toda la obra, donde de nuevo el motivo principal que a menudo se nos presenta a modo de “anábasis” coincide con el de su homónimo concierto de Saxo. Existe algún guiño al Tristán y nos recuerda en algunos momentos incluso a Elgar, quizá existiese una influencia de su Concierto Op. 85 o de sus Variaciones Enigma. La destacada interpretación está marcada por la actitud del intérprete hacia la obra, sin abandonar la sobriedad que la caracteriza, lejos de un virtuosismo superfluo que queda alejado de la esencia de la composición, con un sonido profundo y una seriedad que ensambla perfectamente con la orquesta y ofrece una buena imagen de lo que la obra parece esconder.
Como ya hemos dicho la obra de Cassadó, Nocturnes portuguais es inédita en lo que a grabación se refiere, realmente estamos ante un rescate de un gran interés para el repertorio sinfónico con cello. Siendo la relación del autor con el maestro Casals, de todos conocida, estamos ante una obra a modo de poema sinfónico que emplea temas populares inspirados por el folclore portugués. La grabación se ha realizado desde el manuscrito del autor, aunque dado el escueto libreto que acompaña el CD, hubiésemos agradecido en este sentido un trabajo más exhaustivo sobre tal recuperación, origen del manuscrito y secuencia de trabajo del mismo. No obstante, es un aporte muy notable para los tiempos que corren. De nuevo con un lenguaje bastante tradicional para la época y en un único movimiento, los temas se van sucediendo de forma muy audaz y con una orquestación interesante y bien elaborada. La interpretación es de nuevo sólida, precisa y profunda, de nuevo queda patente la madurez musical y técnica del intérprete. Quizá necesitemos un cambio de rigor, de carácter, de espíritu respecto a la obra de Glazunov, un violonchelo con algo más de fantasía y con un tono más popular, no obstante dado el excelente gusto de los músicos la belleza de la interpretación está siempre asegurada.
La grabación se cierra con la obra Sant Martí del Canigó, una sardana del propio Casals con un discreto empleo del violonchelo el cual pasa a un plano menos relevante, mostrando así de nuevo la solidaridad del solista en favor de sus compañeros de viaje. El “solo” se hace esperar y aparece con una interpretación de marcado lirismo sin perder el ritmo marcado de danza, todo un acierto a nivel interpretativo. La obra, compuesta durante su exilio y orquestada por su hermano Enric, está basada en textos de Jacinto Verdaguer y dedicada al monasterio que pone nombre a la obra.
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