Doce Notas

Budapest Festival Orchestra, intensa cita sinfónica para finalizar el Festival de Santander

clasica  Budapest Festival Orchestra, intensa cita sinfónica para finalizar el Festival de Santander

Estarán acompañados por la soprano Christina Landshammer, en un interesante programa que incluye obras de George Enescu (Prélude à l’unisson de la Suite n. 1 para orquesta Op. 9), Béla Bartók (Música para cuerdas, percusión y celesta) y la Sinfonía nº 4, de Mahler

Según notas al programa de Raúl Lacilla, «George Enescu (1881-1955) es el más célebre de los compositores rumanos. Aunque algunas de sus primeras obras muestran una influencia directa de la música popular de su país natal, Enescu sintió la etiqueta de nacionalista como una carga. La primera de las obras del programa de hoy, el Prélude à l’unisson, abre la primera suite para orquestra del compositor que fue estrenada en 1903 y que muestra una concepción neoclásica, alejada a priori del nacionalismo; el uso de la orquesta se limita en esta pieza a la sección de cuerdas y a un timbal, aunque lo más llamativo es la ausencia total de acompañamiento armónico dejando todo en manos de la melodía, que era para Enescu el elemento primordial de cualquier composición musical. El Prélude parece estar influenciado por la doina rumana, un tipo de canto popular de carácter improvisado, de ritmo libre y muy ornamentado.

Béla Bartók (1881-1945) escribió la Música para cuerdas, percusión y celesta en 1936 por encargo del director de orquesta y mecenas suizo Paul Sacher, fundador de la Orquestra de Cámara de Basilea (Basler Kammerorchester) que estrenó esta obra el 21 de enero de 1937. En esta obra, Bartók dispone la orquesta de forma simétrica, en dos grupos de cuerda con la percusión en el centro. Las dos orquestas se combinan de los modos más diversos: en canon, antifonalmente, una llevando la melodía mientras la otra acompaña, etc. Una monumental fuga de carácter lúgubre y cromático abre la obra. El segundo movimiento está escrito en forma de sonata con dos temas principales, aunque con alusiones tanto a la fuga inicial como al tema del cuarto movimiento. El tercer movimiento vuelve al caráIcter lúgubre y cromático de la fuga y se distingue por el aire impresionista de la instrumentación y la armonía, encontrando aquí también reminiscencias de la doina. La obra se cierra con un allegro molto en forma de rondó con un tema principal de marcado carácter folklórico. Bartók hace aparecer el tema de la fuga en todos los movimientos creando así una obra cíclica y cerrando de forma apoteósica con la resolución diatónica del tema principal. A pesar de la extraordinaria complejidad de la obra, la originalidad y la fuerza creativa de Bartók no dejarán indiferentes al oyente atento.

Gustav Mahler (1860-1911) concibió su sinfonía núm. 4 –escrita en cuatro movimientos y estrenada en Múnich el 25 de noviembre de 1901– a partir del que sería su último movimiento, la canción Das himmlische Leben del ciclo Des Knaben Wunderhorn, en la que se describen los placeres culinarios del cielo. Los movimientos precedentes fueron ideados como un viaje de preparación desde lo terrenal a lo celestial que se plasma en la evolución armónica desde el Sol Mayor predominante en los movimientos impares hasta el luminoso Mi Mayor final. El primer movimiento, escrito en forma de sonata (con dos temas principales), tiene claras reminiscencias del clasicismo vienés y se caracteriza por la candidez que domina el conjunto de la sinfonía. El segundo, una danza macabra típicamente mahleriana, se mueve ambiguamente entre los modos mayor menor y se caracteriza por un solo de violín para el que el compositor pide al solista tener un instrumento afinado un tono más alto. Mahler busca así el sonido de un “Fidel” que para algunos estudiosos representa el Freund Hein (personificación de la muerte). El bellísimo movimiento lento, de nuevo en Sol Mayor, supone una vuelta a la calma y al ambiente naíf. Sin embargo, hacia el final, hace un sorprendente giro hacia Mi Mayor y presenta en fortissimo el que será el tema del Lied. Éste comienza de nuevo en Sol Mayor, pero Mi Mayor –la promesa del cielo– llega, esta vez para quedarse, al tiempo que la soprano canta “ya no hay música sobre la tierra.” Todo acaba en paz».

Sala Argenta. Palacio de Festivales

http://festivalsantander.com

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