Doce Notas

Bravo Tosca

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Tosca © Miguel Lorenzo

 

Carente de obertura, como una clara declaración de intenciones de Puccini que rápidamente atrapa al espectador no dejándole escapar hasta el último compás del tercer acto, se ajusta maravillosamente a una trama que exalta los valores universales del amor y la libertad, en lucha incansable contra el abuso y la traición. La majestuosa obra que estos días suena en les Arts estuvo marcada por una alta exigencia hacia el espectador, quien debe amplificar todos sus sentidos para captar una explosión de bellas y colmadas voces, una instrumentación poderosa a la vez que sutil, y un juego de planos visuales que se suceden certeros en una hermosa fotografía que embauca al prisionero espectador.

Sin un despliegue técnico excesivo, el anterior intendente del Palau de Les Arts, Davide Livermore empleó una plataforma móvil de 360º para crear los escenarios en los que se desarrolla la trama. Al ocuparse él mismo de la iluminación, en no pocas ocasiones se produjeron momentos de gran plasticidad. Hubo incluso espacio para algún que otro “efecto especial”, como el de la figura plateada del arcángel San Miguel que coronaba el Palazzo San’ Angelo en el último acto, encarnado por un personaje real para mayor sorpresa de la audiencia.

En el foso, el titular de la Ópera de San Francisco y Director Asociado del Teatro Real Nicola Luisotti se puso al frente de la Orquestra de la Comunitat, a la que ya había dirigido en ocasiones anteriores. Desde ahí marcó los tempi con temple, permitiendo el libre desarrollo de los fraseos instrumentales que los músicos bordaron con destacadas intervenciones, especialmente en la contundente sección de metales; admirable también la precisión con la que dio las entradas a los cantantes sin ahogarlos. El tenor Alfred Kim (Cavaradossi) lo tuvo todo, salvo quizá un puntito de potencia al inicio del primer acto. Más tarde, tanto en su famosa aria E lucevan le stelle como junto a la soprano Lianna Haroutounian (Tosca), le hizo justicia a su papel de protagonista: todo un descubrimiento este coreano que se formó en Seúl, Frankfurt y Karlsruhe. La soprano armenia hizo alardes de una voz timbrada que ha crecido en los últimos años junto a su impecable presencia en el escenario. Los cantantes en general, incluido el barítono Gevorg Hakobyan en su terrorífico papel de Scarpia, se desenvolvieron con soltura en su calidad de “actores”, mereciéndose la cálida ovación de un público que les obsequió con no pocos “bravo”.

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