Doce Notas

Verdi, sin acento

cdsdvds  Verdi, sin acentoPrimer acercamiento en solitario de Sonya Yoncheva al gran repertorio romántico, tras un anterior recital dedicado a Haendel. Como es sabido, la cantante búlgara ha ido derivando su radio de acción hacia los grandes títulos operísticos de repertorio, tras unos inicios más centrados en el campo barroco, coincidiendo también con el desarrollo natural de su voz, que ha adquirido unas hechuras y un empaque de mayor consistencia.

Hay que reconocer que el resultado produce cierta decepción y no está a la altura de las expectativas. Para empezar, los micrófonos no parecen recoger en toda su naturalidad las características carnosas y enjundiosas de su voz, que aquí suena bastante metálica y desaliñada, además de un exceso de vibrato, a medida que va ascendiendo por la tesitura. Escuchada en vivo, la voz de Yoncheva no produce esa sensación, por lo cual se puede deducir, como le ha ocurrido a muchas otras voces a lo largo de la historia, que los estudios no le son muy favorables. La otra opción sería pensar que su voz se está depauperando con excesiva premura (incluso como consecuencia de esa ampliación de repertorio hacia títulos y autores más pesados, que se ha mencionado anteriormente), pero por el momento es preferible ser optimistas y echarle la culpa al empedrado.

Otro punto de decepción ante este recital es la poca implicación expresiva de la cantante, que lo canta todo igual, sin mayores matices ni inflexiones. Todo está más o menos en su sitio (salvos los problemas en la zona aguda, ya aludidos), la emisión es correcta, la línea de canto es musical, pero parece más bien una lección de solfeo que una interpretación. El asunto sería reprochable con cualquier autor, pero más aún tratándose de Verdi, donde los acentos, los matices y las gradaciones expresivas son fundamentales. Ejemplo perfecto de lo antedicho es el aria de Don Carlo, que pasa sin pena ni gloria, tanto por esa inanidad en el decir como por la falta de pegada y de anchura de la cantante en las grandes frases iniciales, donde además la voz suena fatigada.

Tampoco en las arias de vocalismo más exuberante (caso de Attila, Trovatore o Forza) aprovecha Yoncheva para desplegar toda su capacidad virtuosística, quedándose en unas interpretaciones correctas, pero planas y de escasa elocuencia. Los mejores momentos del disco se pueden encontrar en el Ave Maria, de Otello (donde la comodidad de la tesitura le permite un canto sedoso y de cierta calidez), en el aria de Simon Boccanegra (donde aligera la emisión y consigue otorgar a la página de un candor muy sugerente), y sobre todo en la gran escena solista de Abigail, en Nabucco. Yoncheva consigue una buena versión de este momento de reflexión íntima del belicoso personaje verdiano.La cantante despliega un canto suave y mórbido (aún con las deficiencias ya apuntadas),delinea con ligereza también las notas de adorno, y consigue, finalmente, un cierto grado de expresividad, por momentos incluso doliente. En la cabaletta, el acento por primera vez es convincente, la coloratura aceptable, y los trinos (que Verdi puso ahí, no como virtuosismo, sino como un elemento más que define la agresividad de la situación) algunos hasta tienen su punto. La voz sigue sonando dura y metálica, pero en este caso, y haciendo de la necesidad virtud, incluso puede venir bien para recrear el carácter áspero del personaje.

Massimo Zanetti, al mando de la Münchner Rundfunkorchester, ofrece unas versiones acordes con la frialdad expresiva de la diva. Acompañamientos correctos y con buenos modos, pero sin especiales atractivos.

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