Interpretar es en ocasiones un mero trámite. Nos acercamos los oyentes con el oido abierto y en muchas ocasiones vemos meras copias, indecentes versiones machacadas de conciertos más que trillados: es el momento de cerrar la puerta y apagar la luz puesto que ya no hay nada más. En otras ocasiones la pérdida del tiempo es más que patente y el hastio llega hasta extremos indescriptibles. El aburrimiento al escuchar música es peligroso, quizás es el virus de la sociedad actual porque provoca tal simpleza como comer un filete sin sal: con el tiempo, es triste, pero te adaptas. Dejando la gastronomía de lado y volviendo al tema principal, la interpretación musical, díganme que no es cierto la tesis que movió la vida de Piazzolla: sin interpretación no hay nada.
Oyente, te propongo un experimento; sólo te pido la escucha de la música que se le encargó a nuestro genio para la película Enrique IV, el rey loco. Escucha Oblivion. Escribe esa palabra mágica y bucea entre las miles de versiones que hay: grandes, sublimes, más grandes, portentosas… Escucha al propio compositor cuando ya se te haya quedado agarrada una vez más al alma, sus míticas versiones con el bandoneón. Pero vuelve a escuchar una más, hazlo con la propuesta de este proyecto con Leticia Moreno: escucha y palpa algo visceral que trae en sí esta sublime propuesta.
Hay algo intrínseco en el trabajo de esta gran violinista que la hace diferente cuando se sumerge en proyectos donde tiene más libertad de movimientos como en este trabajo. Tengo siempre la sensación de encontrarme, al escucharla en esta faceta, con un producto fresco y único. La primera audición es sorprendente, pero si sigues mascando no se vuelve lacio sino que sigues viviendo en el “ hay algo más”.
Sin embargo, la escucha de este trabajo en la propuesta que nos ofrecen los alemanes de la Deutsche no creo que sea la acertada: comenzar con las Cuatro estaciones porteñas es una portada espectacular, pero dejar para el final la grandiosa versión de la Milonga del Ángel con estos cuatro grandes que acompañan a la madrileña –Van Kesteren, J. Gallardo, Mainetti y Saksala– puede que sea la guinda del pastel y sin embargo corre el peligro de quedarse ahí, la última sin más. Quizás el haber escogido estas obras, y el otro rosario de obras de Piazzolla , pequen de ser lo que son, demasiado sensibles: entiéndase que el repertorio de este genio parte de ese arraigo y finalidad del mismo, por lo que un disco de estas características es di`cil de catalogar en apenas una sola hora porque la temática es una línea inquebrantable de emociones y sensaciones que pueden llegar a ser demasiado pesadas; bajo la espada de Damocles del diseño de un disco para poderlo sacar bien al mercado, está el peligro de crear algo hiperestésico como se puede ver en este caso. Sin embargo, lo escuchas una y otra vez, de principio a fin, y no cansa ni revienta: es la magia de la interpretación que no hace de este producto algo que roce lo histérico sino que lo trata en su justa medida.
Sin duda, y como comenzaba esta entrada, Astor quedaría impresionado de la mano de las capacidades musicales de Leticia Moreno. Un paso más de la afamada violinista que está siguiendo una línea muy acertada desde su debut con Landscapes con la casa DG. Tremendo homenaje y dúo indiscutible: música e interpretación en un soberbio tándem para nuestros oídos, sin duda.
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