
Tancredi © Tito Baeza. Palau de les Arts
Estrenada en 1813 cuando el compositor aún no había cumplido los 21 años de edad, y fiel a los patrones formales de la ópera seria, en ella no sólo abundan las melodías hermosas y la brillante coloratura, sino que sigue sorprendiendo por su intensidad dramática. No en vano, Rossini fundamenta aquí su fama de compositor de óperas serias.
Uno de los diversos logros de la producción con la que el Palau de les Arts cerró la presente temporada consistió en partir de la versión de Ferrara, en la que el protagonista muere malherido, no sin antes percatarse de su error de no haber confiado en su amada Amenaide. Fue este un momento de gran profundidad emocional protagonizado por Daniela Barcellona (Tancredi) y una soberbia Jessica Pratt (Amenaide), subrayado por la orquesta y su director Roberto Abbado con un impresionante pianissimo que condujo al silencio, es decir, a la muerte. El recitativo final con su canto fragmentado anticipa en su vacilante tono la muerte de Mimí en La bohème, de Puccini, compuesta 90 años más tarde.
A las dos voces femeninas principales se les sumaron las de Yijie Shi (Argirio) y Pietro Spagnoli (Orbazzano). El tenor chino, que afirma escuchar música de rock para eliminar el estrés, se mostró muy seguro en todo su registro y con una notable agilidad en las líneas melódicas ricamente ornamentadas. Spagnoli puso su sonora voz de bajo al servicio del noble y rival de Argirio con absoluto poder de convicción. El elenco vocal lo completaron la mezzo italiana Martina Belli (Isaura) y Rita Marques (Roggiero) del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, todos ellos secundados por los cantantes perfectamente sincronizados del Coro de la Generalitat.
Esta coproducción con la Ópera de Lausana y el Teatro Municipal de Santiago de Chile contó con la dirección de escena de Emilio Sagi, austera y práctica, acorde con el desarrollo de una ópera de pocos movimientos. Con tan sólo dos actos, a través del bel canto en general y de sus excelentes conjuntos vocales en particular, la ópera se concentra más en su aspecto sonoro que en el visual, situando la exquisita escritura para voces de Rossini, del Cisne de Pésaro, en un primero plano.
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