No obstante, la divulgación y la difusión de un repertorio minoritario como el de la música de nueva creación constituye, posiblemente, el otro gran propósito de este necesario e inteligente proyecto planteado de principio a fin por el pianista, uno de los nombres más importantes de la música contemporánea española que destaca por su faceta como intérprete pero también por su compromiso con la creación actual. Y es que seguramente esta cualidad de instrumentista y docente que identifica a Alberto Rosado –actualmente profesor del Conservatorio Superior de Castilla y León– en buena parte es la que ha inspirado la idea inicial de e-piano. Porque más allá de una intencionalidad declarada de Rosado por promocionar la escritura de obras para piano y electrónica con acento español, existe un deseo de hacer pedagogía y divulgar la música más desconocida. Para ello, Rosado se ha propuesto hacernos partícipes del propio proceso creativo acompañando la edición en CD de e-piano de un DVD que incluye el resultado visual de la grabación así como un documental donde podemos observar al pianista mientras trabaja, corrige, dialoga y reflexiona de manera directa con cada uno de los compositores que nutren el repertorio del disco. Esta narración, documental o cómo se hizo de casi dos horas de duración se completa, además, con unas convenientes notas firmadas por el propio intérprete donde nos guía en todo momento por el discurso de su último trabajo discográfico. Porque a veces (por no decir siempre) la música se disfruta más y mejor cuando es explicada.
Pero e-piano es, además, mucho más que el registro sonoro de siete obras que componen un todo unitario o la narración de su proceso creativo e interpretativo. Y es que para cada partitura, para cada música, se han realizado unas sugerentes creaciones visuales ad hoc que pueden disfrutarse de manera conjunta en el DVD y que pretenden inspirar la totalidad de nuestros sentidos y reforzar el atractivo que de por sí posee un proyecto diferente, orgánico pero diverso y heterogéneo en propuestas, formas, registros, caracteres y, sobre todo, accesible a todo tipo de oídos y públicos. Así, lejos de las batas blancas de laboratorios pitagóricos, aparecen páginas como Eclipsis (2010), del brasileño Aurélio Edler-Copes, la encargada de presentar e-piano, una obra con electrónica en vivo, altamente virtuosística, frenética en sus contrastes y que no oculta que lo que hay detrás es un samba, un «samba cubista» en palabras del compositor, que juega a reunir en el sambódromo de Río de Janeiro a Debussy y Scriabin.
Disparate Volante (2009), firmada por el mexicano Arturo Fuentes, funciona en la conjunción de piano, electrónica y vídeo –a cargo de Emmanuel Flores– como una verdadera pieza que podría confundirse con videoarte en sus alusiones explícitamente goyescas. El compositor se inspira en el virtuosismo (que traslada al teclado pero también a la parte electrónica) de Domenico Scarlatti, pero también de Keith Jarret o Paul Bley para crear una ambientación de cabaret de alta costura que se soporta sobre un fondo, la electrónica, como metáfora de la algarabía de la modernidad trepidante que nos rodea, sin darnos cuenta, en nuestra cotidianidad. En cierto modo bastante cercana, Tortured Vinyl (2015), de Jesús Navarro, constituye posiblemente la partitura más transgresora de e-piano a la hora de jugar con un concepto poderosísimo: convertir el piano en un nuevo instrumento sobre el que Rosado, una suerte de disc-jockey, cabalga extrayendo de su interior todo tipo de sonidos inimaginables: efectos de glissandi, scratching, ecos de instrumentos como el arpa o el sitar… que el pianista consigue manipulando su maquinaria con toda una colección de sacapuntas, gomas o metales mientras la electrónica, de un ruidismo sofisticado, coquetea incluso con los ritmos del hip hop.
I+D (2010), de Iñaki Estrada, posee un título abiertamente elocuente. De nuevo, Rosado tiene que demostrar que su virtuosismo alcanza en ocasiones cotas de coreográfico, porque el pianista tiene que dar lo necesario para enfrentarse a una obra que crece en intensidad, carácter y grandeza y que pretende ser una proyección de «un curioso viaje por la evolución del hombre». En este caso la electrónica combina la grabación con el tiempo real y la transformación sintética en vivo para construir un periplo musical que se diluye en un final disruptivo que Paloma Pájaro transmite explícitamente en sus fotogramas. Mar i Lluna (2004), del barcelonés Ramon Humet, es una obra contrastante con la anterior, «de reflexión entre tanto despliegue energético», como señala Rosado, y un paréntesis en mitad de e-piano donde la sencillez se pone al servicio de una belleza que se inspira, como es usual en el barcelonés, en la naturaleza. El vídeo de Hugo Louis y Sevi Asensi así como la electrónica en vivo refuerzan el carácter de una partitura donde las armonías fluyen y evocan con un poder enormemente conmovedor y emocional a los sonidos de una debussyana catedral sumergida.
Páramo de voces (2006), de la mexicana Hilda Paredes, se inspira en la lectura de algunos de los cuentos de Juan Rulfo que componen El llano en llamas. Al igual que este funcionario que hacía hablar a los muertos, la compositora pretende encarnar en sus sonoridades ese imaginario de Rulfo, el del México ancestral y atávico pero desde una nueva óptica experimental, vanguardista y rupturista, algo que Paredes potencia con las referencias visuales preparadas por las imágenes de Graciela Iturbide y una electrónica pregrabada. Por último, Sept (2009), del chileno Cristian Morales Ossio, es una colección o agrupación de siete piezas que el compositor dedica a su cuadrilla de amigos. Como reconoce Morales, cada pieza es algo así como una descripción de caracteres psicológicos independientes pero que elaboran una página indivisible construida, a modo de puzle, como un universo de gestualidades comunes y referencias intertextuales que se traducen en sonoridades que crean comunidad. El chileno plantea manipular el piano como si fuera un instrumento electro-acústico y Rosado extrae de él una amplísima gama de timbres escudriñando a su vez una complejísima red de líneas contrapuntísticas, desenmarañando una arquitectura de capas y de polifonías internas que continuamente se birfurcan una y otra vez.
En gran medida e-piano plantea primordialmente promocionar la creación de literatura original para piano y electrónica. Ningún esfuerzo es pequeño en este sentido, y las siete partituras que componen el último trabajo del pianista salmantino parecen destinadas a engrosar el repertorio para esta formación. Pero a la vez, Alberto Rosado se ha impuesto otra tarea encomiable: intentar conjurar la situación marginal a la que se enfrenta la música de nueva creación. Seguramente no existan fórmulas mágicas para acercar al gran público según qué repertorios; sin embargo, estrategias como las de e-piano se muestran como un acertado ejemplo para futuros proyectos, por su capacidad de innovar en las formas de comunicar la música de hoy, por su capacidad de unir música contemporánea, videocreación y divulgación.
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