Doce Notas

Ricard Capellino en el laboratorio de la nueva creación

cdsdvds  Ricard Capellino en el laboratorio de la nueva creaciónHoy en día, ya en 2017, pocos ponen en entredicho que en España también se encuentran intérpretes sobradamente preparados, con el arrojo suficiente y un fuerte compromiso con la música de nuestros días, incluso de la más audaz. Pero no siempre fue así. Es un hecho que la formación de los músicos españoles ha mejorado notablemente en lo que llevamos de nuevo siglo y parece que comienzan a superarse complejos, viejos fantasmas y ciertos problemas de autoestima que han pesado como una losa.

En este sentido, Ricard Capellino constituye, precisamente, una muestra de cómo de unos años a esta parte se ha revertido esta situación de indolencia de nuestra comunidad musical para con la creación de vanguardia. El veterano saxofonista valenciano –curtido ya en ensembles como Espai Sonor o en proyectos propios como el Trío Feedback– nos invita en Introspecti(on)s (Orlando Records, 2016) a adentrarnos en el laboratorio de la nueva creación.

Para ello ha confeccionado un gran estado de la cuestión sobre los caminos de la música de hoy entonando así un canto al potencial exploratorio de un instrumento –más bien de una familia de instrumentos– como el saxofón. Efectivamente, tal y como expresan los afinados comentarios de José Luis Besada en las notas que acompañan a la grabación –de enorme valor como glosa de un repertorio que resulta en su más estricto sentido esotérico– el saxofón del presente se asemeja a un campo de pruebas. A partir de ahí, Capellino es quien ha transmutado la experimentación sonora en una experiencia artística, el responsable del resultado sobrecogedor, excitante e inquietante de Introspecti(on)s.
El álbum, que se desarrolla en un juego contrastante de claroscuros, lo componen cinco partituras nacidas ya en pleno siglo XXI y de una enorme exigencia interpretativa; algunas sin complejos de convivir con la electrónica, pero todas sintomáticas de un presente plenamente cientifista. Fulgida niebla de sol blanquecino (2010) del vallisoletano Alberto Posadas, Premio Nacional de Música de 2011, es una partitura de largo aliento pero corto respiro que constituye, a modo de piedra de toque, el devenir de Introspecti(on)s. Con un título de reminiscencias al Machado de Soledades y escrita para saxofón bajo y electrónica, la obra de Posadas consigue ensimismar al oyente mediante la razón y el oído indistintamente. A través de la decantación de cada partícula de sonido, de cada espectro del último armónico, el saxofón de Capellino define polinomios tímbricos a partir de una gama infinita de toques, ataques, multifónicos y todo tipo de expresiones lingüísticas y/o recursos espaciales. De este modo, desde la depuración sonora más estricta, se construye, no obstante, una inquietante maraña donde lo electrónico y lo analógico dialogan de manera equilibradísima, sin prevalencias, llegando a (con)fundirse ambos instrumentos –sí, instrumentos– en un todo unitario. Por su parte, en Anábasis (2001), partitura también de Posadas escrita para saxofón tenor pero sin electrónica, encontramos ya las semillas de la expeditiva poética de un autor en continua búsqueda de la síntesis última de fuente sonora y obra musical que germinará definitivamente, y casi una década después, en Fúlgida niebla….
iv 12 (2014), de Mark Andre (alumno directo de Helmut Lachenmann y Gérard Grisey, dos compositores a uno y otro lado del Rin que articulan la doble personalidad de un creador que se siente indistintamente francés y alemán) supone, quizá, el punto más contrastante del discurso de Introspecti(on)s. iv 12, para saxofón soprano, prescinde de lo tecnológico y prefiere entroncar con lo humano desde lo tribal, lo ancestral y lo simbólico de nuestra naturaleza. En esta ocasión es el tiempo el que toma el verdadero protagonismo de una música espiritual y conmovedora que nos conecta con lo íntimamente trascendente de la vida, que convierte el tiempo musical en tiempo histórico, incluso cósmico. Capellino, no obstante, consigue roturarlo mediante la respiración y el soplo que extrae de un instrumento que se integra en su misma corporeidad.
Sin embargo, la espiritualidad amable que plantea el franco-alemán se ve alterada por Chymisch (2005), obra de Héctor Parra que respira, pese a su brevedad, en un tiempo bien distinto: espeso, rugoso, multidimensional. El barcelonés, emigrado de un país que exilia a sus talentos, edifica un grito desgarrador para saxo barítono y electrónica en vivo que Capellino logra traducir magistralmente. En Chymisch, la complejidad compositiva e interpretativa parte de una diversidad de materiales yuxtapuestos, coordinados y subordinados que construyen un universo musical pitagórico, extremo y estridente que se comporta como una verdadera montaña rusa de microtonos, multifónicos, trinos, slaps e informática. Por último, la quinta pista –sólo podía figurar como colofón del CD– corresponde a Décombres (2006-2013) de Raphaël Cendo, partitura originalmente escrita para clarinete contrabajo y electrónica en vivo y arreglada por Capellino para saxo bajo. El nizardo comprende su obra dentro de la denominada musique saturée y su expresión de la destrucción de las fuentes sonoras ya sea por distorsión o saturación. Lo explícito del título (Escombros) ya da muestras de que la propuesta de Cendo no es otra que encontrar inspiración en el lado más crudo de la vanguardia. Y, efectivamente, en Décombres se observa cómo las sonoridades del saxofón y sus transformaciones sintéticas se enfrentan agonísticamente con una radicalidad inaudita e inaudible en ocasiones.
Porque es directamente el ruido –crudo, violento e incómodo pero también material potencialmente artístico– el que cierra Introspecti(on)s, el último trabajo discográfico de Ricard Capellino que desborda en igual medida inteligencia y valentía a la hora de asumir la complejidad de cinco partituras extremadamente exigentes tanto en lo interpretativo como en el proceso de registro sonoro. Por ello, el valenciano ha querido rodearse de un equipo de técnicos e ingenieros entre los que destaca Sylvian Cadars a cargo de la masterización efectuada, además, en ese emblema de la modernidad musical y cauce institucional de la nueva creación –impensable e irrepetible en realidades como las actuales– que supuso y sigue siendo el Institut de recherche et coordination Acoustique/Musique (IRCAM).

 
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