Podemos ver a un Harnoncourt tratado como maestro por Lang Lang, y a un Lang Lang tratado con respeto y elegancia por Harnoncourt; el documental refleja además que, a pesar de las diferencias de edad y de impacto mediático de las carreras de ambos artistas, podemos encontrar que tienen en común lo que da verdadera vida al proyecto: la semejante sensibilidad de ambos (uno quizá más cerebral, otro quizá más intuitiva) y su respeto a la música, a la tradición y al trabajo hecho desde la convicción.
Sin rebozo alguno Lang Lang se presenta en el vídeo como discípulo del maestro–aunque Harnoncourt en algún momento le pide que no le llame así–, lo que no le quita mérito alguno, sino más bien todo lo contrario. En las sesiones de ensayo bilaterales previas a los ensayos con la orquesta y a la grabación, Lang Lang se pone a las órdenes del emérito director; por otro lado el pianista mostrando su personalidad más divulgativa nos explica a los oyentes en privado algunos pasajes de los conciertos y la visión que tiene de ellos en relación con todo lo mostrado en el documental.
Lang Lang confiesa que no ha querido grabar hasta ahora ninguna obra de Mozart; ha preferido adentrarse en el estilo clásico y mozartiano de la mano de Harnoncourt, uno de sus mayores especialistas. Harnoncourt, por su parte, sentencia que para él es esencial poder ensayar el tiempo necesario con un solista para unificar conceptos -lo cual no se hace muy habitualmente entre los grandes intérpretes. Por todo esto este proyecto resulta tan especial.
La grabación es de una calidad que no desmerece a la de los intérpretes; está tan cuidada que el espectador se siente mimado como pocas veces pasa en estos documentales promocionales. Y es debido a que en el reportaje se consigue una naturalidad de los músicos, que nunca se pierde del todo, a pesar de lo seleccionado del montaje y lo estudiado del guion de las entrevistas.
A las cualidades como músicos, ya de sobra conocidas, de los protagonistas de esta película se añaden otras personales: la agilidad, la destreza y capacidad para la sutileza de la variedad en la articulación, la expresividad, el dominio, la responsabilidad histórica profesional del pianista; la madurez, la inteligencia, el conocimiento, la claridad de ideas y el respeto a música y músicos del director.
Mission Mozart no es sino el aperitivo cuidado y exquisito de un plato degustación que nos quedamos con ganas de escuchar.
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