Doce Notas

La conversión (musical) de Ramon Llull

cdsdvds  La conversión (musical) de Ramon LlullTomar a Ramon Llull (1232-1316) como figura modélica de diálogo reformador puede parecer un oxímoron. Aunque apelara a convencer mediante la razón, no tenía el mismo sentido en función del marco escogido para hacerlo: en una sinagoga, en una mezquita o entre seglares. A nuestro juicio, las motivaciones de Llull podrían interpretarse como fundamentalismo doctrinario.

Para justificar nuestra opinión, nos remitimos a su autobiografía, donde Llull nos confiesa que una noche se quedó desvelado componiendo una canción de amor para una mujer que no era la suya. De repente –dice allí Llull –, tuvo una visión en la que se le aparecía Cristo con un triple propósito: consagrar su vida a la escritura de un libro que enmendara la fe quebrada de todos los infieles, asistir a un encuentro con el Papa para encomendarse a la guerra contra los sarracenos y construir un monasterio en el que se enseñara la lengua árabe y hebrea para formar intelectualmente a todos los futuros misioneros que quisieran viajar a Tierra Santa con fines de conversión. Hasta tres noches consecutivas fue abordado por esta obsesiva visión. Su idea de la connivencia entre culturas, pues, consistía en el adoctrinamiento cristiano por la fuerza; no en la tolerancia y el respeto común, sino en la sumisión religiosa de los otros.

Pese a ello, Llull fue una declarada influencia en pensadores como Pico della Mirandola (1463-1494), Giordano Bruno (1548-1600), Athanasius Kircher (1602-1680), Gottfried Leibniz (1646-1716), René Descartes (1596-1650) e Isaac Newton (1643-1727), entre muchos otros. De obra prolífica –que cultivó en árabe, catalán y latín–, Llull convivió con el credo cristiano desde la cuna y, ya en su madurez, con la cultura musulmana, sobre todo a raíz de la compra de un esclavo del que aprendió su lengua y sus costumbres (y que, por cierto, a punto estuvo de cortarle el cuello antes de –¡oh, milagro!– aparecer una buena mañana colgado del suyo propio). Al estrenar la treintena de edad, Ramon Llull decidió dedicarse con ahínco al estudio teológico, con el objeto de peregrinar por esos mundo del sindiós y convertir a cuanto judío y moro se le pusiera por delante. Moriría con 84 años, tras ser apedreado por una hueste de sabios en Túnez que no estaban muy de acuerdo con sus ideales.

Ramon Llull : Temps de conquestes, de diàleg i desconhort reúne varios extractos de los títulos más significativos de su obra: el Llibre de la contemplació, el Llibre d’Amic e Amat, Blanquerna y el Árbol de la Filosofía, seleccionados por Sergi Grau y Manuel Forcano y musicados para la ocasión por Jordi Savall, en calidad de director y coordinador de este ecléctico proyecto. Como ofrenda a los fastos del Any LLull, Savall firma este doble CD, acompañado por un libro profusamente ilustrado con miniaturas de códices y grabados antiguos, además de numerosas fotos de la grabación. Los textos –en catalán, castellano, francés, inglés, alemán e italiano– corren a cargo de Albert Soler (del Centre de Documentació Ramon LLull), Peter Walter (del Raimundus Lullus Institut), Amador Vega (catedrático de Estética de la Universitat Pompeu Fabra), Alexander Fidora (del Instituto de Estudios Medievales de la Universitat Autònoma de Barcelona) y del propio Jordi Savall.

Asimismo, el célebre violista se arropa con viejos amigos de Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya para interpretar sendas danzas tradicionales, fanfarrias reales, cánticos gregorianos –como el bello juego polifónico Mater Dei plena gratia–, motetes provenzales y largas improvisaciones instrumentales, combinando inteligentemente músicos orientales y piezas ya conocidas de Berenguer de Palou, Guiraut de Borneill, Guillaume Dufray, Philippe de Vitry, Raimbaut de Vaqueiras y Alfonso X el Sabio. Para ceñirse a la pluralidad cultural que requiere el proyecto, Savall ha contado con músicos del mediterráneo oriental (Siria, Turquía, Israel, Armenia, Grecia), así como los habituales integrantes de los citados conjuntos de La Capella Reial y Hespèrion XXI, repartidos por media Europa.

Sin embargo, no se le conocen a Llull facultades musicales destacadas, aunque sí se sabe que amaba con pasión el arte del canto y que compuso muchos poemas para ser musicados por especialistas. Son escasos los pasajes escritos de Llull donde hace mención de la música, disciplina a la que, en el conjunto de su obra, prestó ciertamente muy poca atención. No obstante, Llull nunca la desdeñó por considerarla parte del Quadrivium para ascender a un nivel superior de conocimiento. La principal finalidad de la música, según afirma Llull en su doctrina, es transmitir exclusivamente la palabra de Dios, por lo que debe ser interpretada lentamente con el fin de sugerir una sensación de paz. En cambio, Llull sí fue muy crítico con la música de juglares porque respondía a intereses egoístas y vanidosos, más próximos a la carnalidad y la concupiscencia. La música, en definitiva, debía servir a funciones litúrgicas y no a la ociosidad intrascendente y a la glorificación de los placeres mundanos. La música sacra, por tanto, era la única que defendía el sabio ante los géneros profanos que profesaban los trovadores a cambios de unas pocas monedas, pan y vino.

No son gratuitas sus inquinas musicales, pues Llull fue trovador antes de consagrar su vida al fervor religioso. De tal arrepentimiento surge un rechazo tan visceral, acusando la penitencia de su propio pasado pecador y lujurioso. Como enmienda, Llull propone reconvertir el mensaje poético en amor hacia Dios y el saber o, en el caso de la lírica erótica, loar a la Virgen María –una medida de castidad disciplinaria que reprima toda posible tentación–.

Al margen de estas pocas anotaciones de mano del propio Llull para algunos arreglos musicales, Savall también se ha basado en el análisis que el musicólogo Higinio Anglés hiciera sobre la música catalana del siglo XIII. El hilo conductor de Ramon Llull : Temps de conquestes, de diàleg i desconhort ha consistido en un seguimiento biográfico del personaje homenajeado, contextualizándolo musicalmente en su época. Para ello, se ha dividido la narración en nueve partes que concentran varios episodios relevantes de la vida de Llull , eligiendo para cada uno una banda sonora ad hoc. Destacan los taqsim o preludios improvisados y las llamadas moriscas, en las que los melismas vocales adquieren su máximo protagonismo.

Sin duda, el repertorio musical se corresponde con un criterio bien definido: mientras que la mayoría de músicas profanas provienen de la cultura oriental, la música sacra escogida estará más ligada a la vida de Llull . Cabe subrayar que Mallorca, isla originaria de Llull , era musulmana antes de su nacimiento, cuando fue “recuperada” por Jaume I a principios del siglo XIII. Por otra parte, si se recurre tanto a temas monódicos orientales es porque conservan buena parte de la esencia musical sobre la que luego se sustentará la franja occidental durante la Edad Media. A pesar de las muchas variaciones que hayan sufrido las piezas originales a lo largo del tiempo, Savall ha tratado de reconstruir la tonalidad primigenia a partir de las técnicas de afinación de los instrumentos musicales que todavía que siguen tocando en el Oriente. Partiendo de estas pesquisas, Savall traza una mayor coherencia en la continuidad del repertorio escogido.

Los actores Silvia Bel y Jordi Boixaderas contribuyen con su voz en las recreaciones ambientales que relatan la vida de Llull , intercalando diversos recitativos a lo largo de las más de dos horas que dura la totalidad del programa musical que nos ocupa. Éste se cierra finalmente con una reflexión sobre la extensión militar y económica por el Mediterráneo oriental, abriendo un horizonte pesimista respecto al verdadero alcance de la utopía pacifista de Llull . Tras la expansión de Jaume II por Tierra Santa asentando sus bases en Chipre, Egipto y Constantinopla, será el turno de Alfonso el Magnánimo, conquistador de Nápoles, Sicilia y Sardeña al tiempo que funda la primera Academia de las Artes. Así, parece concluir Savall, la propuesta de una Ars Magna por expresa voluntad de Llull se reconvertía en excusa política para segregar intelectualmente naciones enteras según su nivel de civilización. Quizá para no caer en una extrema decepción moral ante el curso de la historia pasada, Savall decide acabar el doble disco con un divertido Dindirindin y el Magnificat de Guillaume Dufray.

Iván Sánchez-Moreno, en colaboración con Xavier Perarnau

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