Doce Notas

Lo que pueden hacer 12 violonchelos del tiempo

cdsdvds  Lo que pueden hacer 12 violonchelos del tiempoUna bonita colección de tangos (de bailar, de cantar, de sentir) y milongas -donde se cuelan también otros ritmos americanos, como mambos y rumbas- de varios conocidos compositores, dentro de un claro homenaje al sublime Astor Piazzolla.

La formación académica de Piazzolla como compositor, y su propia herencia cultural y familiar, le llevan a desarrollar un estilo propio específico para el tango: renovado, adaptado a los instrumentos, pero imitando con ellos el canto; en un lenguaje de composición que se podría decir neoclásico, o, neobarroco en muchas ocasiones, con una armonización escolástica más moderna, que lo hace tan característico y tan especial.

El librito que acompaña (que tiene un añadido frívolo, muy de agradecer, con la foto extensible de los 12 instrumentistas, una concesión de marketing para conocer de vista a quienes conocemos de oído) habla de la vida y obra de Piazzolla y detalla, sobre todo, las características programáticas, con sus títulos descriptivos, de las distintas canciones, explicándolas en su esencia.

También se relata cómo la idea original del disco partió de uno de los miembros de la sección de violonchelos de La Filarmónica (la orquesta berlinesa al completo tocó a finales de los 90 algunos de estos tangos bajo la batuta de Barenboim), David Riniker (responsable de la mayoría de los arreglos para la agrupación); cuya propuesta de tocar entre los doce, música de tango pareció inviable a todos los demás en un principio, por la dificultad técnica y musical que entrañaba. Como ha pasado tantas veces a lo largo de la historia con las ideas geniales de muchos músicos, menos mal que se empeñan en culminarlas y llevarlas a la práctica.

Hablemos de esta puesta en práctica…

Los arreglos, en los que participa también el propio compositor de algunas de las canciones, el emérito José Carli, tienen la garantía de poder expresar el tango por partida doble: por el empleo de un lenguaje idiomático perfectamente apropiado para el violonchelo; y por el uso del lunfardo, la jerga arrabalera rioplatense. Sí, los arreglos son efectistas, variados, apropiados, sentimentales, musicales, en estilo y con estilo. Además, muestran la extremada flexibilidad que un grupo de doce violonchelos tocando solos juntos puede ofrecer, y exhibe el virtuosismo implacable de doce de los músicos de una de las mejores orquestas del mundo; no hay que olvidar que llegar a formar parte de la plantilla de una orquesta de esta categoría es garantía de excelencia; y además de disciplina.

Y disciplina es lo que parecen derrochar estos músicos: transformar una idea imposible y convertirla en un reto, requiere un esfuerzo: de fe y confianza, de adaptación (a otro tipo de música diferente al habitual), de trabajo individual, de trabajo colectivo, de tocar y de tocar en conjunto; esfuerzo que tiene sus resultados brillantes en este disco.

El violonchelo parece así como hecho para tocar esta música. Leyendo en antiguas enciclopedias la voz violonchelo, quizá sorprende encontrar frases del tipo es el instrumento que más se asemeja a la voz humana; nunca fue tan evidente esta descripción como al escuchar estos tangos. Las piezas se hacen verdaderas canciones en las que no faltan las palabras, porque la música y su manera de interpretarla son suficientes (escúchese Para Osvaldo Tarantino, por ejemplo). El violonchelo en esta orquesta de tango se convierte en un instrumento completo y versátil: es capaz de imitar a un cantante de tango, de hacer de instrumento de percusión, de tocar como el violín en los grupos de tango, incluso de hacer de bandoneón (Escualo); además, la densa masa de los 12 da la sensación de gran orquesta a veces, pero ofrece la ligereza que se requiere otras.

Pero aquí no hablamos solo de las cualidades del instrumento (¡oh, el violonchelo!); sin duda hay que alabar las calidades de los instrumentistas: la capacidad, la afinación, la evolución (Milonguita), la homogeneidad (A don Agustín Bardi), el rigor (Calambre), la maestría (Pedro y Pedro), la expresividad (Dúo de amor), la profesionalidad (Libertango)… es decir, el amor a su trabajo y el amor a la música se traslucen en todo el disco.

Las piezas suenan expresivas (Pedro y Pedro), sutiles (Lunfardo), precisas (Buenos Aires hora cero), encajadas (Tres minutos con la realidad); si en algún pequeño momento falta la dejadez del grupo experto de tango, se compensa sobradamente con la perfección y el asombro de efectos, timbres y energía imprimidas en algunas de las canciones (Escualo, Calambre). Las piezas más programáticas y que dan nombre al CD están tratadas con todo el respeto con que se puede tocar la música contemporánea.

Me preguntaba un amigo algo esnob al que me encontré por la calle, al comentarle que iba a un concierto de violonchelo, que si aún se tocaba ese instrumento de más de 300 años. Con estas muestras de que cello y chelistas se pueden adaptar al tiempo, al tiempo que quieran, pienso que a este instrumento le quedan, al menos, otros 300 años… Y no serán nada.
____________________________

Salir de la versión móvil