Doce Notas

Beethoven y Santas Pascuas

notas al reverso  Beethoven y Santas Pascuas

Mark Minkowski

Katowice 23.03.2016 Miércoles Santo

A las buenas orquestas alemanas, como a los motores, se las reconoce nada más encender el contacto. La Norddeutschland Rundfunk (NDR) Sinfonieorchester no es una excepción.
Director alemán en orquesta polaca invita a orquesta alemana bajo titular polaco a interpretar Mahler y Beethoven en la emergente Katowice. Desde 2015 se dejan mimar en su nuevo auditorio solistas de primera línea. Y no nos es para menos. La excelencia acústica de la sala silesiana rebasa con creces los estándares armónicos de muchos auditorios.

En Semana Santa convergen en Polonia, el festival Wielkanocnego Festiwal Ludwiga van Beethovena con el XIII Misteria Paschalia. Ambas citas parecen encerrar cierta contradicción (no acabo de atisbar el vínculo pascual de Beethoven). Sea como fuere, tanto la iniciativa promovida por pani Elżbieta Penderecka (esposa del egregio compositor) como el exquisito Misteria Paschalia han convertido la Pascua polaca en sinónimo de buena música.

Al triunvirato conformado por Antoni Wit, Jacek Kaspczyk y Gabriel Chmura, los grandes directores polacos del presente, se les ha unido un cuarto en concordia, el jovencísimo Krzysztof Urbański. A sus treinta y pocos años ostenta la titularidad de la NDR Sinfonieorchester y basta echar un vistazo a la nómina de sus predecesores para hacerse idea de la responsabilidad del cargo: Klaus Tenstedt, John Elliot Gardiner, Christoph Eschenbach o Christof von Dohnányi. Ahí es nada.

Los diez minutos escasos de la obertura Egmont bastan y sobran para persuadirnos de que estamos ante uno de los directores llamados a dejar impronta (si es que en tiempos de inmediatez tiene algún sentido dejar impronta). No recuerdo haber gozado tanto de esta partitura beethoveniana como el pasado Miércoles Santo en la excepcional sala de la NOSPR (Narodowa Orkiestra Symfoniczna Polskiego Radia). Las primeras y dubitativas notas de la incidental música goethiana destilaban grandeza y apenas llevábamos transcurridos pocos compases. Para cuando la NDR alcanzó el abrumador crescendo central, uno estaba pasmado ante la soltura del joven director polaco. Con sólo controlar y dosificar la dinámica convirtió el Egmont en un retal de Beethoven imborrable. El enjuto director -en agilidad y silueta, y no sólo en eso, recuerda al Karajan joven- realizó una lectura, nada profusa en batutazos, eso sí, bien precisos y quirúrgicos los requeridos, exhibiendo un aplomo insultante y una inmersión absoluta en la obra.

notas al reverso  Beethoven y Santas Pascuas

Thomas Hampson

A Beethoven le siguieron una selección de lieders de Des Knaben Wunderhorn de Gustav Mahler. Un solista de excepción a su vera: Thomas Hampson. El barítono norteamericano demostró porque es una referencia obligada del género otorgando casi un registro a cada respiración, trascendiendo verso a verso, contando y cantando a la vez. Al fin y al cabo de eso se trata.

 

Ya fuera adoptando rígido rictus militarista en Der Schildwache Nachtlied o emulando el pulso cantor entre el ruiseñor y el cucú, Hampson hizo gala de su apabullante dominio escénico. Todo expresividad, el dandy del lied correspondió con dos propinas y demostró que la música de Mahler no está reñida necesariamente con la mueca. Hasta logró arrancar medias sonrisas, y enteras, al respetable. Urbański y Hampson, en perfecta sincronía, nos regalaron un Mahler luminoso, más de lo que para el compositor austríaco uno está acostumbrado.

No me cabe la menor duda que la décima sinfonía de Dimitri Shostakovich, que cerraba el concierto, debió ser un tour de force, digno de una entregada escucha. La triple sinergia (acústica, orquestal y conductora) era formidable. Lamentablemente uno tuvo que ausentarse del auditorio antes de lo deseado. Lástima también que el auditorio presentara tantas calvas, y no me refiero a la alopecia propia del abonado medio, sino a las amplias zonas de butacas despobladas. Quiero pensar que el tufillo anti alemán, que en los últimos meses rezuman algunos medios polacos, nada tenga que ver con ello. Lo cierto es que, mal le pese a algún gobernante trasnochado, Urbański dirige una de las orquestas punteras de Alemania y el titular de la NOSPR de Katowice, Alexander Leibreich, es alemán. Si los resultados son como los del Miércoles Santo, así sea por muchos años.

En Katowice no han tenido reparos en incluir junto al programa del concierto una cuartilla a modo de guía de aplauso. Pautas de ovación pensando en los neófitos para que entiendan el porqué del protocolo del aplauso. Lo que no especificaba la circular es si se debía aplaudir también al utillero. El aguador de Hampson se llevó la ovación más inesperada de la noche. Murmullos, la orquesta bien dispuesta, el público expectante y al fin, al fin un hombre de negro sale a escena. Parte del auditorio inicia la cerrada ovación de bienvenida. El personaje en cuestión se acerca al primer atril y posa con suma delicadeza un vaso de agua en el suelo. Los aplausos prosiguen y el utillero (el falso Hampson), finalizada su intervención (la de posar el vaso). Muy educado, se encorva elegante, correspondiendo al respetable con una inclinación para hacer mutis acto seguido por donde ha entrado. Ni el mismo Hampson, el verdadero, habría mejorado el saludo.

Krakow 25.03.2016 Viernes Santo

Jordi Savall, fiel y casi ineludible de la cita cracoviense, se encargó de iniciar el primero de los siete días en que se articula el Misteria Paschalia con las Siete últimas palabras de Joseph Haydn. En el excelente programa del festival prologaba la susodicha obra un texto de José Saramago. Astuto retruécano para unos tiempos tan católicos en la Polonia del PiS. Que los textos de un comunista ateo confeso ilustren las Siete últimas palabras (sabiendo cómo se las gastan a los comunistas por estas lares) no deja de tener retranca.

La psicosis historicista está alcanzando cotas de popularidad impensables. En esta sociedad global la moda se hace viral en un abrir y cerrar de ojos; lo que ayer era club selecto y restringido sobreviene hoy main stream. Quizás haya llegado ya el momento de contener un poco el desenfreno del binomio “criterios historicistas e instrumentos originales” y sus militancias inflexibles. No por nada, sino porque ante tanto rigor y tanto revolver archivos, a veces uno no sabe si acude a un concierto o un simposio de arqueología.

Les Musiciens du Louvre

No comparto el entusiasmo de la nueva versión del Requiem KV 626 de Mozart, que estos días Mark Minkowski, Les Musiciens du Louvre y el Cor de Cambra Palau de la Música Catalana giran por auditorios de Europa. En Cracovia la cita coincidió en fecha propicia, el Viernes Santo, la antepenúltima estación del prestigioso Misteria Paschalia. ¿Qué no se ha escrito, escuchado, filmado y fabulado sobre esta obra? Quién se embarca en revisar lo que otros muchos ya han visto asume cierta temeridad. En mi opinión Minkowski cumple con corrección, pero su personal aproximación a la manida obra religiosa resta más que suma.

Más fácil lo tenía Fabio Biondi para convencer. Él se presentó poco más que con una presumible primera audición. La Europa Galante y su titular prepararon para el Jueves Santo una peculiaridad recién salida del archivo como aquel que dice. Se desconoce si el Oratorio di Sant’ Antonio del compositor napolitano Michele Falco se llegó a estrenar. Por no saber, no sabemos ni el año de nacimiento ni de fallecimiento de Falco (debió vivir seguramente entre 1688 y 1732). Curioso oratorio híbrido el que nos atañe: cuatro voces solistas (todas ellas femeninas) para encarnar a dos roles masculinos, Gesú y Antonio, un asexuado, Angelo, y Penitenza. Bellas formas y excelente cuarteto vocal. El cuarteto converge únicamente al unísono en el tutti final: Se combattesti, se tu vincesti.

El vanguardista Centro de Congresos ICE de Krakow con sus líneas sofisticadas, su profuso marketing y los canapés nos alejan del retiro espiritual, que prescribe la muerte de Cristo. ¿Para qué tanta monserga historicista si después escuchamos en acústicas fashion y zapatos de tacón obras de profundo calado espiritual? ¿Acaso la acústica y la ocasión no forman parte también de la composición musical? La liturgia musical y su rigor no empiezan ni acaban en la longevidad del instrumento. No es lo mismo escuchar a Bach en una iglesia hanseática del norte de Alemania, que en un auditorio de nueva planta con pulguita de jamón y cava entre cantata y cantata. El continente debiera tener su importancia cuando nos adoctrinan y recetan tanto rigor historicista. Más que de fidelidad historicista me viene a la cabeza la palabra marketing.

Ni que decir que el Réquiem sonó bien macerado. Pero en su voluntad y ánimo de aportar algo nuevo, me da que Minkowski descuida la vis circunspecta de la obra para primar lo dramático y operístico. La expresividad antepuesta a la contrición. A mí, personalmente me agrada más el reposo. Por eso Minkowski me maravilló cuando optó por encabalgar (interrumpiendo él mismo el incipiente aplauso) el amén final del Réquiem con él Ave Verum Corpus. Ahí si, le reconozco el mérito, gusto y acierto de su atrevimiento. En esta breve miniatura, especialmente el Cor del Palau, se rayó la excelencia y uno sintió levitarse más que en toda la hora previa.

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