
Orquesta Festival de Budapest con Ivan Fischer © Tino Armas
El esperado Festival Internacional de Música de Canarias llegó a su fin el pasado día 12 en Tenerife. Tras la cosecha de una larga lista de éxitos, tales como la Gala lírica que ofreció el tenor Juan Diego Flórez o las interpretaciones de la Orquesta Filarmónica de Londres, Trío Arbós, Cameristi della Scala y Orquesta Sinfónica de Tenerife, entre otras, la Orquesta Festival de Budapest obtuvo gran éxito en la clausura.
Nada como escuchar la fehaciente versión, que dirigió Ivan Fischer, de la obertura Der Freischütz, de Carl María von Weber, para recordar el motivo por que esta composición fue un icono de la ópera romántica alemana. La Orquesta de Budapest hizo llegar al público la gran carga expresiva y psicológica de la obertura, con una interpretación llena de fuerza y dramatismo.
La obra abrió con una dinámica muy piano, llena de emotividad, a la que siguieron planos sonoros muy contrastantes de carácter. Todo ello junto a la amplia gama de recursos dinámicos, de la que hicieron alarde, movió los ánimos del oyente.
La cuidada orquestación de esta obra asigna roles específicos a los instrumentos, que igualmente Ivan Fischer puso de relieve: los registros graves de la orquesta revelaron la profundidad del mal, implícita en la psicología de la obra y los timbres de los instrumentos de viento actuaron como protagonistas efímeros, apoyados por la orquesta, con una clara intención expresiva.
Por su parte, Dimitris Sgouros interpretó el Concierto para piano y orquesta num.1 en Re menor, op. 15 de Johannes Brahms con más sutileza que fuerza y mostró un equilibrado diálogo con la orquesta. El pianista se fundía en ocasiones con la gran agrupación, acorde a la partitura y propósito de Brahms, y en otras, hacía gala de acariciar el piano, como un caminar con zapatos de cristal. Un sonido especial, delicado y fresco que destacó en el transcurso de toda la obra.
Los momentos de brío llegaron ocasionalmente, al final del primer movimiento Maestoso, en la interpretación de series de octavas muy ágiles, que crecieron por momentos, y al principio y fin del tercer movimiento Rondo. Allegro non troppo.
Sgouros acometió con gran precisión y mucha claridad una obra de exigencia técnica para el solista y asimismo, la orquesta cumplió con la función de participante activo en lugar de acompañamiento, novedad que esta obra aportó al desarrollo de la composición en el momento de su estreno. Ambos establecieron una relación dialogante muy estrecha, bajo un mismo ideal estético.
La segunda parte del concierto sobresalió por una fantástica interpretación de la Sinfonía núm. 5, en Si bemol mayor, op. 100 de Sergei Prokofiev, en la que Ivan Fischer permaneció en la misma línea de pensamiento de la obertura del comienzo. Dramatismo y heroicidad, música de calidad que la Orquesta Festival de Budapest puso en escena espléndidamente y con sobrada solvencia.
El poder sonoro y la energía de esta agrupación dieron a la sinfonía una vívida presencia y un marcado carácter. La precisión rítmica y el empaste fueron el denominador común de la obra en general, aunque cabe destacar al respecto los movimientos segundo y cuarto por rozar la perfección.
Un magnífico final de concierto y fin de fiesta del 32 Festival de Música de Canarias.