Doce Notas

Lugansky y el último Schubert

cdsdvds  Lugansky y el último SchubertSe podrían escribir páginas y páginas del repertorio escogido o del artista que protagoniza esta grabación, haciendo comparativas entre versiones y obras. Grandes pianistas como Ashkenazy o Maria João Pires ya han grabado estas partituras, por lo que podríamos preguntarnos qué trae de nuevo este disco que lo hace diferente a los demás… pues para empezar la carrera de Lugansky, que no necesita presentación: concertista internacional de reconocido prestigio con más de treinta grabaciones desde su primer Rachmaninov allá por 1994.

Es digno de señalar el hecho de que Lungansky ha elegido, para esta primera grabación de obras de Schubert, obras de la época final del compositor, compuestas, junto con otras famosas partituras como el Winterreise, en el último año de su vida. Así el disco cobra cierto sentido musical, formando todo él una unidad lógica. Dicho esto entremos en la grabación.

Los solemnes acordes del inicio de la Sonata – que ocupa las cuatro primeras pistas del CD – suenan graves, menos precipitados que en otras versiones que se pueden escuchar, contrastando con las notas rápidas con las que sigue el tema. Después un pasaje suave y dulce es llevado con extrema musicalidad y dulzura, contrastando con la aparición de nuevo del primer tema, donde Lugansky hace gala de las virtudes de su arte tocando con una dureza que luego va perdiéndose en pianos de cuidado sonido hasta la repetición del inicio. Los temas se van intercalando brillantemente hasta la reexposición, de nuevo chocante, que nos lleva poco a poco hasta el pianissimo final, con una leve reminiscencia del brío inicial, que termina muriendo para dar paso al segundo movimiento.

La segunda pista es una mezcla de delicadas melodías que el artista hila de forma magistral intercalándolas con momentos más arrebatados, utilizando rubatos y acceleratos de gran resultado. Esto lleva al tercer movimiento, clásico minueto con trío, resuelto con sencillez y pulcritud.

El cuarto movimiento cierra la obra con una inquietud inicial llevada hasta la fuerza desplegada del segundo tema. Alegría y tristeza se intercalan en tonalidades mayores y menores, emociones manejadas elegantemente por el pianista. El final es una continuación del ritmo que se ha ido repitiendo constantemente, rompiendo el perdendosi con los dos acordes finales con los que se termina la pieza.

Pasamos ahora a los cuatro impromtus, piezas cortas de entre siete y once minutos de duración que contrastan entre sí alternando tonalidades menores y mayores – Fa menor, La bemol mayor, Si bemol mayor y Fa menor para cerrar de nuevo – recreándose Lugansky en un abanico de sonoridades con las que dar rienda suelta a su creatividad.

La apertura del primer impromtu es una introducción romántica a la que siguen tres temas cada uno con su propio carácter y dificultad, casi siempre con un motor de semicorcheas imperturbable que pasa por ambas manos. El segundo, íntimo y pausado se rompe a la mitad con unos acordes más agresivos que chocan con la gracilidad de – de nuevo – las semicorcheas que Schubert usa como puente para volver al tema inicial. Todo ello técnicamente perfecto en manos del pianista.

El tercero es un tema con variaciones por las que Lugansky pasa mostrando un gusto exquisito a la hora de cambiar el carácter de la música. El cuarto y último impromptu, el más corto de todos, comienza con un tema de carácter casi folk interpretado de forma elegante pero sin perder el sabor popular de la pieza. La sección central, mas cantabile, es solamente una pausa breve para demostrar de nuevo la gran virtuosidad del pianista ruso, que cierra el disco con un final brillante.

Una vez comentado el contenido del CD, sobre el que no se puede poner más pega que el gusto o no por las versiones de Lugansky, solo añadiré, por comentar todo, que es una pena que cada vez esté más de moda el uso de cajas de cartón fino para los discos – algo que Naive en particular hace – ya que si ya el sector está devaluado, estas ediciones “baratas” no sólo protegen menos al CD, sino que empobrecen el resultado visual del conjunto. Algo que, al menos en este caso, no hace justicia al gran trabajo realizado por el artista en el estudio de grabación.

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