La grabación, impecable, no parece en absoluto hecha al aire libre, algo que ya se nota nada más comenzar la Vienna Philharmonic Fanfare, op. 109, compuesta por Richard Strauss a petición de los músicos de la agrupación en 1923. El metal, brillante pero con un sonido puro rompe la noche con los primeros acordes para dar paso, a su fin, a la obertura de la ópera Maskarade de Carl Nielsen. Enérgica y mucho menos solemne que la fanfarria, permite escuchar a toda la orquesta ofreciéndonos timbres, colores, matices… en definitiva todo lo que es capaz de sacar el maestro Mehta de los músicos de la agrupación.
Buchbinder continúa de forma magistral tras el primer redoble de timbal en el Concierto para Piano y Orquesta en La menor, op. 16, de Edvard Grieg. Duro en los primeros acordes pero deleitándose con cada frase – acompañado en todo momento por la orquesta – el pianista nos otorga una grabación impecable, llena de sentimiento y extraordinariamente recogida por los micros de Teldex Studio Berlín. Sobre versiones no hay nada escrito, por lo que no entraremos en ello.
Tras el concierto de piano la primera parte se cerró con el Frühlingsrauschen, op. 32/3 de Christian Sinding –orquestado por Hans Sitt. Es digno de mención que es la tercera vez que la Wiener Philharmoniker ha interpretado una obra de Sinding, siendo la última su Sinfonía en Re menor, op. 21, en 1923. Tenemos por lo tanto una “premier” para la orquesta, una obra de menos de cuatro minutos que sin embargo aúna piano y orquesta logrando gran belleza, creciendo en tensión desde el piano inicial hasta el tema central.
La segunda parte, mucho más convencional, con la Suite Peer Gynt Nº1 op. 46, de Grieg. Otra curiosidad: pese a la gran popularidad de la obra, la Wiener Philharmoniker no la había tocado en concierto desde 1894. Sin embargo este extraño acontecimiento solo le da empaque al momento, y añade belleza – aún más si cabe – a la interpretación. Para acabar el concierto y celebrando el año Sibelius en el que nos encontramos, la orquesta interpretó Finlandia, op. 26, ofreciendo de nuevo una enorme paleta de colores y texturas fruto del buen hacer de los músicos y la genialidad de la batuta del maestro.
Como no podía ser de otra forma, la última pista del CD corresponde a la propina, en este caso una obrita corta de Hans Christian Lumbye titulada Kopenhagener Eisenbahn-Dampf-Galopp. Para el que no la conozca – como yo antes de oír el disco del que hablamos hoy – sólo puedo invitarle a que lo haga, ya que la visión de un tren siguiendo su camino hasta la estación nunca estuvo más clara en una partitura.
Con todo lo dicho queda clara la gran calidad de la grabación del concierto al que nos referimos hoy, algo que, viendo las fotografías de la portada y las que se incluyen en el libro con las notas al CD, no hace más que envidiar al público asistente y desear que, para el Sommernachtskonzert 2016, podamos vivirlo en directo en vez de tener que recurrir a la grabación. Todo un lujo para los sentidos.