
Candelaria González con la Orquesta Sinfónica de Tenerife © Juan MaRe
Conciertos como este, con una gran afluencia de público y un programa comprometido con la composición del siglo XXI, nos hace soñar con un futuro prometedor para la música contemporánea. eCaos, Canto al Alma Cósmica, escrita para soprano y orquesta, con texto de Maika Etxarri, es la segunda entrega de una doble alegoría al cosmos. Mientras que la primera parte dibujaba el surgimiento del cosmos y su esencia, en esta segunda el propósito del compositor era reflejar musicalmente el alma del cosmos, que viene a representar el de todo ser vivo.
Una obra con gran exigencia interpretativa en cuanto a expresividad, que tanto la Orquesta Sinfónica de Tenerife como la soprano Candelaria González supieron abordar espléndidamente. La orquesta mostró estar en buena forma, abordando con mucho gusto las sutilezas propias de la partitura y un exquisito sonido en las cuerdas, cuyo papel es dominante en esta composición. Sin embargo, la carga emotiva de eCaos recaía sobre la soprano, quien no sólo hizo gala de un timbre redondo sino también de su particular capacidad expresiva, que nos dejó en ascuas en reiteradas ocasiones, destacando un final al que se le iba el aliento con la plegaria “Luz del Universo no nos abandones” (Etxarri, verso 35 -36).
Víctor Pablo Pérez dirigió a la agrupación con solvencia y aportó un gran conocimiento sobre la obra que Emilio Coello le había dedicado. En general la interpretación fue muy buena y el público supo valorarlo entregándose en cálidos y continuados aplausos.
Al mismo nivel interpretativo estuvo la otra pieza crucial del programa, el Concierto para piano y orquesta nº 23 en La mayor K. 488 de Amadeus Mozart, con la participación de Stanislav Khristenko al piano. El concertista estableció un verdadero diálogo equilibrado con la orquesta y lució grandes habilidades técnicas y expresivas para llevar a cabo una versión limpia, bien articulada y muy emotiva. El intimismo que mostró nos sorprendió por la simbiosis que logró entre el clasicismo más puro y el romanticismo implícito en esta obra en particular. Sin duda, Khristenko tiene un futuro prometedor como pianista.
Por último, el concierto acogió una de las obras más famosas del compositor César Franck, la Sinfonía en Re menor. La lectura ofrecida por la orquesta fue también de interés, aunque resultó imposible igualar el nivel ofrecido por la propia agrupación y los dos solistas, durante la primera parte.