Doce Notas

Del Oder al Vístula, una ‘mina’ musical en bruto

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Elbphilharmonie

300 kilómetros separan el río Oder del Vístula, Silesia de Galizia, Wrocław de Cracovia. Las aguas de los ríos que delimitan, groso modo, la actual Polonia, reflejan estampas de cambio. En el lapso que Alemania ha emponzoñado un poco más la desembocadura del Elba, con ese monumento al despropósito llamado Elbphilharmonie, y ha convertido la cuestión sucesoria de la Filarmónica de Berlín en un cónclave vaticano, Polonia ha inaugurado media docena de auditorios, que ya querrían para sí las mejores orquestas de Europa.

Todo empezó con la Eurocopa 2012, cuando el hermano pobre descubrió las autopistas. Polonia, hasta entonces abonada a las carreteras de un carril por sentido, pudo al fin meter la quinta y las distancias entre las principales urbes del país se acortaron a la mitad. Cada vez son menos los ciudadanos de la Rzeczpospolita que hacen chanza sobre su red de carreteras, lugar común, un lustro atrás, del siempre disconforme patriotismo polaco.

En la temporada en curso (2014-2015) tres referentes musicales del país la Orquestra Nacional de la Radio Polaca de Katowice, la Filarmonia Wrocławska y varias entidades musicales de Cracovia han estrenado o están a punto de estrenar nuevo recinto. Culmina así la trilogía de la obra pública: estadios deportivos, red de carreteras y palacios congresuales. En adelante, a efectos culturales, el eje Wroclaw-Katowice-Cracovia, puede empezar a mirar de igual a igual a la vecina occidental.

Que a nadie le sorprenda por tanto que los big names desplieguen en su totalidad el mapa de giras, hasta el último cuadrante, e incluyan Polonia, en su parada y fonda. Para quién se resista a creerlo, un botón como muestra.

Forum Muzyki Przystanek

Wrocław. 2016 aprenderá definitivamente a pronunciar el nombre de esta ciudad, cruce de caminos y de nomenclaturas. Reinventada tras la guerra (la metralla desfiguró a la antigua Breslau confinándola a la bibliografía bélica) y capital cultural de Europa el próximo año, junto a Donostia, está llamada a convertirse en el faro escénico-musical de la Polonia menos acomplejada. La ciudad de los cien puentes bien puede ejercer de puente entre Varsovia y Berlín, de cuyas ciudades equidista 300 kilómetros.

Medio año antes de estrenar capitalidad cultural, a principios de septiembre, abrirá las puertas el NFM (Narodowe Forum Muzyki), quédense con estas siglas. Zubin Mehta, Christoph Eschenbach, Trevor Pinnock, Krzysztof Penderecki, Semyon Bychkov o Ivan Fischer han confirmado su batutela en el curso 2015-2016. Entre las orquestas invitadas de cara a la próxima temporada figuran la Filarmónica de Viena, la National Orchestra de Washington o la Orquesta Filarmónica de Israel. Solistas de copete tampoco lo van a faltar: Lang Lang, Maria Joao Pires, Helene Grimaud o Wynton Marsallis constan ya en la agenda breslava. Casi 2.000 nuevas localidades y tres anexas salas de cámara auguran una larga y prometedora vida musical a la ciudad.

Como en Leipzig, Ópera y Auditorio, se verán las caras a diario. Una amplia plaza las distanciará o acercará, el tiempo, no tanto el espacio, dirimirá cual de los términos se ajusta más a la realidad. Estos días la soprano lituana Violeta Urmana se anuncia en la fachada de la Ópera Wrocławska. Tan sólo un aperitivo de lo que aguarda a la ciudad cuando, al término de las vacaciones, la capitalidad europea de la cultura inicie su countdown.

Narodowa Orkiestra Symfoniczna Polskiego Radio

Katowice. Un año de ventaja le llevará para entonces la nueva sede de la Narodowa Orkiestra Symfoniczna Polskiego Radio (NOSPR). Desde el pasado otoño la más envidiada sala de conciertos del atlas acústico polaco. Medio año después, la inconfundible silueta de violoncelo o carabela, en cuya cuenca o bodega, hasta 1.800 tripulantes sestean o zarpan, conserva inmaculada la última capa de barniz, previa a su puesta de largo, el pasado 30 de octubre de 2014. Al arquitecto Tomasz Konior le llueven los premios y en pocos meses su acústica se ha sometido ya al más exigente test del repertorio sinfónico, verbigracia los Gurrelieder de Arnold Schoenberg, el pasado 15 de mayo.

El eminente director Gabriel Chmura se encargó de dirigir a la NOSPR en la que posiblemente sea la obra más voraz conocida en cuanto a aparato vocal y orquestal (casi 200 instrumentalistas y los coros de Polskiego Radia, el coro del NFM, el coro masculino Kowienski y el Coro masculino de la Ópera Podlaska).

Orkiestra NSOPR

Me perdonarán los “schongbergianos”, pero uno no termina de entender el porqué de ésta hipertrofiada cantata, ¿qué bizarro suceso justifica tanta artillería? ¿Qué sentido tiene dar voz al narrador cuando la masa orquestal aplaca, las más de las veces, los frustrados intentos del Dieter Henschel de evocar las enigmáticas ruinas de Gurre? ¿Qué acontecimientos oculta este perturbador Ungeheuer de la epopeya danesa?

Schonberg compendia aquí a Wagner y Strauss, a Mahler y Debussy. Eso sí, esconde un par de oasis de belleza auténtica, hallazgos sonoros y genuinos, de mérito y autoría irrefutables. Uno se lleva como recuerdo en su primera visita al NOSPR, Tauben von Gurre, el pasaje que clausura la primera parte de esta mórbida cantata sinfónica. Una vez más el corno inglés, y cuántas veces van ya, el corno inglés como invitación al ensueño, a la revelación; llamada a la evasión (ahí están el Tristán y el Pelleas). Al poco, se le suma la voz de Yvonne Naef para suscitar e invocar la mística de un pasaje, condenando al ostracismo y al olvido los compases anteriores.

Katowice

Katowice, antaño polis grisácea. En su rico subsuelo sus vecinos hipotecaron salud a cambio de prosperidad. Los pozos de extracción y montacargas dan paso a arquitecturas de cierto sesgo futurista, nada provincianas, que presagian hambre de cambio. Al tiempo que el carbón agota su última combustión, este curioso enclave, donde la identidad alemana y polaca, sin fundirse del todo, intentan una difícil ecuación, mira de tú a tú al siglo XXI como cualquier ciudad europea al uso.

Metamorzy lleva por título, el festival que estos días acogía la nueva sede de la NOSPR. Entre el 15 y el 24 de mayo se ha podido escuchar en el exquisito auditorio silesiano a la RIAS Kammerchor, András Schiff, Stefano Bollani o la London Sinfonietta, amén de la orquesta local de la NOSPR dirigida por su titular, el alemán Alexander Liebreich. El propio Liebreich, en un notable polaco, incidía en el proceso de cambio al que asiste Katowice, una urbe, hasta hace poco sido sinónimo de malos humos.

¿Quién lo iba a decir? Alemania empieza, powoli, a aprender polaco. Al menos es el caso de Alexander Liebreich. El director de Regensburg lleva ya tres temporadas al frente de una de las orquestas centroeuropeas más relevantes del pasado y presente siglo. Vaya por adelantado, el primer alemán, después de la II Guerra Mundial, que asume la titularidad musical de una orquesta polaca.

ICE Krakow

Cracovia. El británico Nigel Kennedy, como el dragón de Wawel y Wojtyła, va camino de convertirse en un icono de la ciudad del Vístula. El iconoclasta violinista y aventajado alumno de Menuhin, retorna a su ciudad adoptiva para debutar el próximo 26 de junio, junto a la Orkiestrą Akademii Beethovenowskiej, en el flamante auditorio ICE de Cracovia. Otro eminente recinto acústico con la etiqueta del precio aún adjunta, de cuya apertura todavía no se ha cumplido un año.

Representación de Metrópolis de Fritz Lang

Antes, tres meses atrás, pudimos escuchar en su sala sinfónica la banda sonora que el compositor polaco afincado en Hollywood Abel Korzeniowski elucubró para acompañar cada segundo, cada tic de manecilla (y son casi tres horas) de la última y más extensa versión de Metrópolis de Fritz Lang, auténtico fósil viviente del siglo XX. Una reconstrucción que a fecha de hoy sólo se ha podido visionar en Alemania y Cracovia. Quizás y con justicia, la película muda más sonada de la historia del cine, ahora en el sentido pleno y literal del adjetivo sonado.

Regresamos a las aguas portuarias del Elba, al Speicherstadt donde la Elbphilharmonie, el buque insidia de la cultura alemana, aguarda varada en el error 404 de su inaccesible página web. A la espera, quizás, de una botadora incierta, quimérica me atrevería a pronosticar. La arquitectura es música congelada, la música arquitectura efímera, se consuela el idealista. Quién sabe si no es ese el mejor destino que puede depararle el futuro al controvertido auditorio: el de la obra premeditadamente inacabada, como la homónima Sinfonía de Schubert, o como la Mazurka en fa sostenido menor de Chopin, que se apaga en su reinicio, sin avisar, cuando uno ya albergaba ilusiones de que el cuento nunca se acabara.

 

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