Por su parte, la tercera obra (la segunda en el orden del disco) es, de algún modo, una pieza para solista y grupo, una trompeta en esta ocasión, pero se trata de la bien conocida Misterios del Macabro, una pieza extraída de su ópera El gran Macabro en la que la trompeta solista asimila partes vocales de la ópera.
De un modo u otro, el CD nos propone tres brillantes momentos para solista y grupo del gran húngaro. Ligeti es siempre sinónimo de brillo, interés musical y una buena conexión con el público. Se trata, quizá, del compositor de la vanguardia histórica europea con mejor conexión con el público. Y es, también, muy agradable para los intérpretes, aunque nada fácil. Como consecuencia de su popularidad, su discografía es amplia, lo que añade riesgo a la aventura de grabar obras suyas. También es verdad que el estado de catástrofe de la producción discográfica hace que ese denso historial de grabaciones apenas cuente para el aficionado, excepto que se trate de un especialista con años a sus espaldas.
En cualquier caso, esta grabación de PluralEnsemble, dirigido por su titular, Fabián Panisello, sale más que airosa del desafío. Técnica y estilísticamente, el grupo español conoce bien la música de Ligeti, es una de sus referencias, y la comodidad que se trasluce va a favor de unas interpretaciones de muy alto nivel.
Contribuyen, y no poco, al interés de este disco las prestaciones de los tres solistas, los alemanes Nicolas Altstaedt, violonchelo y Marco Blaauw, trompeta. Por su parte, el piano solista de la densa obra para piano, que es casi medio disco, corre a cargo del notable pianista español Alberto Rosado.
La trayectoria estética y cronológica de las tres piezas aquí grabadas completa el interés de la propuesta. El Concierto para violonchelo y orquesta (1966) es obra característica de los años sesenta, cuando Ligeti se da a conocer en los ambientes europeos con un estilo colorista y caleidoscópico, a veces hipnótico, que lo llevó a ser parte del color sonoro de la década por la apropiación de su música en bandas sonoras de películas. La microtonalidad o la densidad sonora coloreada surge como una respuesta a los meandros seriales tan áridos a la escucha cuando no había un gran talento de por medio.
Por otro lado, el Concierto para piano y orquesta (1985-88) es ya obra de unos años, los ochenta, en los que la vieja vanguardia peleaba en campo contrario. Para Ligeti, fueron años de mestizajes sonoros en los que no faltaban alusiones tonales, citas o inspiraciones a músicas africanas o al descubrimiento del piano de un pionero olvidado, Conlon Nancarrow. El resultado fue sorprendente: un cruce mágico entre los problemas de la vanguardia y un estallido de sonidos que tienen algo de circo transfigurado.
La pieza central, el solo de trompeta conocido como Misterios del Macabro, arreglado por Elgar Howart, es de 1991, la más reciente de las tres, pero su música está extraída de su única y célebre ópera, El gran Macabro, de mediados de los setenta. Puede que el lugar solista de la trompeta acentúe aún más esa referencia a un circo transfigurado que citaba antes. En todo caso, es una obra lúdica en la que la sátira de la ópera aún resuena en gestos sonoros audaces.
En suma, una grabación valiente, bien resuelta y un paso adelante para el grupo español y su director, Fabián Panisello.