Doce Notas

La jungla interior, ópera prima de Juan Barrero, una película de amor entre cine y música

notas  La jungla interior, ópera prima de Juan Barrero, una película de amor entre cine y música

Gala Pérez Iñesta © www.facebook.com/lajunglainterior

Hasta llegar a las salas, esta insólita película ha cubierto un recorrido de salas institucionales, visionados privados y, finalmente, una serie de festivales nacionales e internacionales que la han alabado sin restricciones, alcanzando el Premio “Nuevas Olas” a la mejor película europea en el Festival Internacional de Cine de Sevilla.

 La jungla interior es una película de pareja, hombre y mujer, pero también cine y música. Juan Barrero, su realizador, filma compulsivamente los momentos más significativos de su relación con la violinista Gala Pérez Iñesta. Pero el verdadero conflicto surge cuando Gala queda embarazada y Juan no quiere admitirlo. El joven cineasta viaja a las Islas Galápagos como parte de un equipo de rodaje de un documental y se entera allí del embarazo de su pareja y de su decisión de aceptarlo y tener la hija que espera. Se siente turbado y, hasta un punto, traicionado; y la gestión de este conflicto crea una espesa bruma de tensiones que concluirán con el feliz nacimiento de la niña cuyo nombre, Luz, es adecuada metáfora de la resolución del conflicto.

La historia podría parecer sencilla, pero lo que la hace espeluznantemente lúcida es el papel del filmador y la filmada. Juan Barrero no sabe que está dando forma a lo que será su primera película, simplemente filma a su mujer con la ausencia de prejuicios de quien solo ve a su mujer en el contexto de una vida de pareja: la desnudez, sus gozos, sus dolores, sus orgasmos y hasta su parto. Es como si Juan llevara una cámara permanente en su visión. Pero también él es filmado por su pareja. En suma, todo un material autobiográfico privado, que muestra el laberinto de una vida común y del que el embarazo es la cordillera que hay que pasar para conocerse mejor.

La extrema veracidad de las imágenes parece recordarnos la turbulencia emocional de algunas parejas míticas de la historia del cine, desde Escenas de un matrimonio, de Igmar Bergman, hasta cineastas que filmaron a sus mujeres (Rossellini e Ingrid Bergman, Cassavettes y Gena Rowlands…) Pero también nos habla del vampirismo de la imagen filmada como lo hacía Arrebato, de Zulueta, y de la extrema seducción de la mirada. Especialmente ante el inesperado magnetismo de Gala Pérez Iñesta, que ya había interesado a cineastas como José Luis Guerín, pero que actúa desde la libertad de quien ha dedicado toda su vida a la música y que, aparte de amar, mirar, sufrir y vivir, se dedica a tocar el violín.

La jungla interior, como toda gran película, es dura y tierna, lúcida e inquietante, pornografía a veces y casi infantil otras. Pero, sobre todo, es tremendamente verídica, ya que lo filmado es la vida misma de sus protagonistas. Juan Barrero ha conseguido mostrar la niebla que rodea al ejercicio mismo de filmar, las borrosas fronteras que hay entre hacer una película y estar viendo cómo se hace una película a pesar de él mismo. Las metáforas son permanentes, desde la historia de alguna especie de Las Galápagos hasta la mirada misma, desde la espeleología emocional en la derruida casa familiar hasta el nacimiento de la niña que pone en orden todo el puzzle, desde la intimidad de Gala tocando a Bach con su violín hasta esa eyaculación masculina que remite a los mitos de la fertilidad del monstruo florido del pueblo de Béjar, donde Juan pasó parte de su niñez.

Es en suma un conglomerado de emociones que no ha dejado indiferente a nadie de los que la han visto. Como ha reflejado las atónicas críticas que su proyección ha ido dejando y que, por su interés, extractamos:

«Una de las más bellas y conmovedoras historias de amor que ha dado el cine español reciente […] Quizá entre Dreyer y Herzog. Hay que zambullirse en ella como en el agua del inconsciente.» (Carlos Losilla, CAIMÁN, CUADERNOS DE CINE)

«Uno de los mayores actos de entrega vistos en una película desde hace tiempo. Espectacular, hiriente, turbadora, humana….» (FILMIN)

«Una película tan desasosegada, inquietante y profunda, como finalmente deslumbrante. […] El cine de Barrero quiere explorar machete en mano el sentido último de la necesidad de filmar. Cine profundamente personal y profundamente único.» (Luis Martínez, EL MUNDO)

«Una película escandalosa que rompe con uno de los últimos tabúes que aún existían en el cine que se exhibe en salas comerciales: representar explícitamente los fluidos genitales. Cine rico en metáforas y hallazgos visuales. Impúdica y milagrosa.» (Sergio F. Pinilla, CINEMANIA)

«Una odisea existencial de enormes dimensiones.» (Javier H. Estrada, MÁRGENES)

«The most haunting film from Spain» (Sam Weisberg, NEW YORK VILLAGE VOICE)

«Fantasía y realidad se confunden a lo largo de un relato inclasificable. Una arriesgada fábula sobre la paternidad en forma de drama experimental, hipnótico y reflexivo.» (Boquerini, IMÁGENES)

«La Jungla Interior viene a cumplir con una de las mayores exigencias cinematográficas, que es la de mostrarnos lo que ignoramos o nos hemos permitido pasar por alto. En la película hay varias escenas que no recuerdo haber visto nunca en el cine. Palabras mayores.» (Isaki Lacuesta, LA CRÍTICA ESPECTACULAR)

«¿Qué clase de pacto de vida entre «el hombre que filma» y «la mujer filmada» pudo haber detrás de La Jungla Interior? En realidad es algo que vengo preguntándome hace muchos años. Es la primera pregunta que me viene a la mente cada vez que veo las películas en que Rossellini filmó a Ingrid Bergman, Cassavettes a Gena Rowlands o Kazuo Hara a Miyuki Takeda, supurando amor y odio: vida. Porque para mí, LA JUNGLA INTERIOR es, sobre todo, eso, una película brutalmente viva. Termina la proyección y salgo a la calle turbado, asombrado, proyectando…» (Elías León Siminiani)

Y, si la traemos aquí, es porque su protagonista femenina, Gala Pérez Iñesta es una de nuestras intérpretes jóvenes de violín más prometedoras. Forma parte del Trío Pérez Iñesta, junto con sus hermanos Miguel, clarinete, y Claudia, piano, y ha participado en numerosas aventuras, como su intervención como violinista y actriz en mi ópera Tres desechos en forma de ópera.

Pocas veces el matrimonio entre cine y música ha producido resultados tan “luminosos”.

 

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