Doce Notas

Músicos de la banda de Pamplona, objetores de conciencia en Sanfermines

El asfixiante peso de la tradición en España asocia a las bandas de música con actos que empañan su currículo artístico: acompañan a las corporaciones municipales en procesiones religiosas y ejercitan el arte del requiebro pasodoblero en las corridas de toros.

“Podéis alegar problemas psicosociales”, se nos dijo en aquella primera reunión. Fue la primera de muchas, de meses de consultas con abogados, asociaciones de defensa de los animales, intercambio de cartas y pareceres con final feliz en lo personal y agridulce en lo laboral. Nuestro éxito, no acceder nunca más a la plaza de toros como músicos y evitar ser cómplices con nuestra presencia de un acto repugnante y criminal.

Desde el año 2002 soy componente de la banda de música de Pamplona. Accedí a ella tras unas pruebas de elevada exigencia musical y poco después de acabar mis estudios superiores en el conservatorio. La alegría vino acompañada de cierto cachondeo familiar porque ello me obligaba a acudir a la plaza de toros cada año durante las fiestas de San Fermín. Mi aversión a la tortura taurina tenía ya pedigrí. De pequeño me llevaron a una corrida y con unos prismáticos pude ver el géiser de sangre manando del toro. Tengo por lo general mala memoria, pero esa imagen me marcó y sigue fresca en mi retina…

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