Henry Purcell, The Indian Queen. Vince Yi (Hunahpú), Julia Bullock (Teculihuatzin), Nadine Koutcher (Doña Isabel), Markus Brutscher (Don Pedrarias Dávila), Christophe Dumaux (Ixbalanqué), Maritxell Carrero (Leonor). Coro y Orquesta de la Ópera de Perm (MusicAeterna). Dir. musical: Theodor Currentzis. Dir. de escena: Peter Sellars. Teatro Real, 13 de noviembre.
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The Indian Queen quedó incompleta tras la prematura muerte de su autor en 1695 y lo que ha llegado hasta nosotros es un torso tan fragmentario y problemático como pueda serlo el Requiem de Mozart. Como tantas obras truncadas por la súbita desaparición de su autor, fueran muchas las manos que acudieron, para desfigurarlo, al rico panal pergeñado por Purcell. Entre ellos, el hermano pequeño del compositor, Daniel, que añadió una amable masque que forma parte de los tres manuscritos más antiguos que nos han llegado de la ópera, uno de los cuales indica lacónicamente: «Additional Act by Mr Daniel Purcell (Mr Henry Purcell being dead)». El talento, como se sabe, se halla muy desigualmente repartido, aun entre hermanos de sangre, y no hace falta ser un sagaz musicólogo ni un experto detective para percibir hasta dónde llega la honda música de Henry y dónde empieza la banal de Daniel: las notas hablan por sí solas.
Al igual que sucedió también en la gestación del Requiem de Mozart, la cercanía de la muerte, y las prisas por completar el encargo a tiempo (entre otras cosas, cuestión nada baladí, para cobrarlo), hicieron que Purcell recurriera a varias piezas propias ya compuestas para rellenar los momentos que requerían música en la tragedia de John Dryden y Robert Howard. La primera interpretación documentada de The Indian Queen, caracterizada en su momento como semiópera, que es el nombre técnico con que se conocía en la época este género híbrido de teatro hablado salpicado de números bailados y cantados, data del 29 de abril de 1696, pero tenemos sospechas más que razonables de que debió de haber representaciones anteriores, ya que parte de la música se encontraba editada en marzo de ese año, e incluso cabe la posibilidad de que se llevaran a cabo una o varias interpretaciones parciales incluso en vida del compositor, antes de su muerte el 21 de noviembre. En la trama original, dos imperios ficcionalmente vecinos, el inca y el azteca, guerrean entre sí. La reina azteca Zempoalla siente un amor no correspondido por Montezuma, un guerrero de origen desconocido que lidera a los incas hasta la victoria. Al cortejar éste, también sin éxito, a la princesa inca Orazia, decide finalmente cambiar de bando.
Esto es, claro, un resumen exiguo de la trama ideada por Dryden y Howard, sin el más mínimo vestigio de conquistadores ni personajes europeos: el tema no pasaba de ser un triángulo amoroso convencional en medio de una ambientación lejana y exótica. De haberse respetado este argumento original, nos encontraríamos con que Montezuma, uno de los dos personajes de La conquista de México, serviría de gozne natural entre las obras de Rihm y Purcell, presentadas y publicitadas en Madrid –hay que volver a insistir en ello– como anverso y reverso de una misma moneda. Pero nada de ello queda en esta The Indian Queen remozada, y mucho, por Peter Sellars. No hay restos de Montezuma y los protagonistas se llaman ahora Hunahpú (un héroe maya), Teculihuatzin (una reina indígena), Don Pedro de Alvarado (un conquistador), Don Pedrarias Dávila (capitán general y gobernador de Tierra Firme), su esposa Doña Isabel e Ixbalanqué (otro héroe maya). ¿Por qué? Evidentemente, porque los cincuenta minutos escasos que nos han llegado de música de Purcell eran poco bagaje para presentarlos como una ópera en la temporada de un gran teatro y porque el texto original hablado de Dryden y Howard haría hoy cualquier cosa menos las delicias de los modernos espectadores (con excepción, quizá, de los británicos, fieles y tenaces consumidores de sus antiguos dramas).
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[Publicado en Revista de libros el 27/11/2013]
Foto: © J. del Real / Teatro Real