Doce Notas

Madrid, Madrid, Madrid…

el paraguero de satie  Madrid, Madrid, Madrid...

Banda Sinfónica Municipal de Madrid

El famosísimo chotis, Madrid, Madrid, Madrid… ponía el broche final al fantástico concierto que ofreció la banda, ayer, al público madrileño. Sólo hicieron falta tres notas para escuchar en el auditorio un signo de admiración y gratitud generalizada. Un espontáneo «Oohh» marcó el inicio del apoteósico final con el que Madrid rindió pleitesía a la que, durante más de un siglo, ha sido su banda. La Banda.

Yo debo reconocer que comencé el concierto algo contrariado. Un cuarto de hora tarde, un programa de mano paupérrimo en contenido y demasiado generoso en faltas de ortografía, un repertorio que no acababa de comprender y que comenzaba, además, con el archiconocido pasodoble La gracia de Dios... Demasiadas cosas. Sin embargo, la situación se invirtió en cuestión de segundos. Sonaron las dos primeras frases y me di cuenta de que aquél, iba a ser un gran concierto.Y no me equivocaba. Pocas veces el Auditorio Nacional ha tenido actuaciones tan emotivas.

La Banda, formada por 150 músicos, más del doble de lo habitual en una gran banda, sonó potente, muy afinada, con un sonido especialmente empastado y con una extraordinaria sensibilidad en el fraseo, sin duda aportada por la hábil batuta de su director titular, Sanz-Espert. A los músicos de la Municipal se unieron otros, de 30 bandas de la Comunidad. El objetivo era acercar la Banda Municipal a los músicos de las demás bandas, según explicó el director, y no me cabe duda de que lo consiguió. Una experiencia como la de ayer es difícil  de olvidar para un músico de banda.

Los solistas estuvieron magníficos. El trompetista Antonio Cambres alardeó de sus dotes virtuosísticas en Hora staccato, pero fue en Belkis, reina de Saba de Respighi donde demostró su calidad y pericia a través de las largas frases sin fuegos de artificio que tiene la obra. Los Spanish Brass Luur Metalls estuvieron en su línea. Obsequiaron al público con una buena interpretación, aunque a mi juicio no brillaron. El nivel estaba muy alto, y no lo sobrepasaron. También merecen una mención especial el saxofonista tenor que interpretó el solo de Spain de Chick Corea y la oboísta, que en varias obras lució su técnica.

Dos momentos fueron especialmente álgidos. La interpretación de «Marte» de Los planetas de Gustav Holst, con la que la Banda demostró su alta capacidad técnica; y Spain de Chick Corea, donde, además del magnífico solo de batería de Pepe Sánchez y la dirección de Luis Cobos, la agrupación demostró su versatilidad.

Mención especial merecen las palabras que dedicó el presidente de la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes, Cobos, a la Municipal. «Son un patrimonio cultural de valor incalculable», dijo, refiriéndose a las bandas, «y España es un país especialmente rico en el patrimonio bandístico». No está mal que se recuerde todo esto de vez en cuando. Más cuando la pervivencia de agrupaciones, como la madrileña, se cuestiona. Pero esto ya ha pasado más veces. En los años treinta se intentó suprimir la Banda de la Guardia Real, entonces republicana. José Subirá dijo que eso sería un atentado contra el arte. Lo mismo podemos decir hoy respecto a la Municipal. La Banda estuvo ayer en cotas más altas que muchas interpretaciones de orquestas que frecuentan el Auditorio, y eso, cuanto menos se debe decir.

Esperemos que esta nueva etapa que comienza, con el Auditorio Nacional como sede de varios conciertos, sea fructífera; y que en un tiempo, no muy lejano, podamos ver cómo las obras compuestas para banda encuentran espacio en las programaciones de ámbito nacional que, con nuestros impuestos, sufragamos todos.

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