Doce Notas

La Fundación Juan March presenta su temporada 2013-14

temporadas  La Fundación Juan March presenta su temporada 2013 14

Sede de la Fundación Juan March

En efecto, la Fundación March lleva décadas produciendo actividad musical (además de cultural y científica) sin alardes de comunicación. Su conocido salón de actos de la sede de la calle de Castelló de Madrid se ha ido llenando sin especiales alharacas con conciertos casi diarios.

Por su escenario han ido desfilando compositores y obras de varias generaciones españolas, centenares de intérpretes y un sinfín de ciclos musicales que, por su normalidad, se han ido conformando como un paisaje seguro. De entre los miles de conciertos (alrededor de 6.000 en estas pasadas décadas), se cuentan los pioneros conciertos para jóvenes que han acercado a centenares de chavales a la música de concierto.

Tanta normalidad ha ido sucediéndose, no obstante, con una notable opacidad informativa a la que, también, todos se habían acostumbrado. Después de todo, la Fundación March siempre estaba ahí, no había que preocuparse. En estos difíciles momentos, tampoco hay que preocuparse, al contrario, el equipo actual, notablemente rejuvenecido, quiere que sus docenas de actos tengan visibilidad social. Por esta razón, el acto en sí de presentar la temporada 2013-14 es ya una sorprendente novedad.

Junto a Antonio San José, han hablado el Director de la Fundación, Javier Gomá, y el director del Servicio de Música, Miguel Ángel Marín, a los que han sucedido en la palabra un selecto grupo de invitados que han colaborado en la temporada de una forma u otra. También ha habido un poco de música en vivo y grabada, correspondiendo lo primero a la pianista Ana Guijarro, que ha mostrado en extractos la afinidad entre las improvisaciones románticas de Clara y la obra escrita de su marido, Robert Schumann.

Una política de ciclos

Marín ha insistido en que el nervio de la programación se constituye en ciclos. Un concepto básico que la fundación mantiene con fidelidad y que proporciona un espesor cultural a toda su producción de actividades.

Se podría decir que las novedades presentadas lo son de matiz, de intensidades temáticas y de un deseo de mostrar públicamente tal volumen de trabajo. Y es que el hecho de ofrecer la programación de todo un curso brinda una densidad de líneas de trabajo bastante apabullante.

Si hubiera que definir las vigas centrales de este entramado, se podría mostrar así: hay un motor central que es la continuidad y la fidelidad a lo hecho, nada es una ruptura en la casa, los virajes en esta gran nave son lentos. Pero donde sí se percibe novedad es en el orgullo de la perspectiva del trabajo, en la nueva necesidad de que se vea. Otra viga central de la programación es el concepto musicológico y la necesidad de ordenación tan vinculada a una biblioteca. Y, claro, la magnífica Biblioteca Musical de la Fundación March tiene algo que ver, parece que lo vertebra todo.

Buen ejemplo de ello es el concierto dedicado a la recuperación de los cuartetos de cuerda de Bacarisse, a cargo del joven cuarteto español que lleva su nombre; todo unido a un legado mantenido en la Biblioteca Musical de la fundación. Otro ejemplo está en el concierto, acogido a su ciclo permanente de Aula de reestrenos, dedicado a la canción en la obra de Roberto Gerhard. Y aún incluiríamos al ciclo dedicado a la Generación del 14.

No muy lejano a este espíritu se encontraría esa aparición del arte lírico en los ciclos de la casa. En efecto, la Fundación March ajusta su espacio de conciertos para que se acomoden producciones de teatro musical de cámara por primera vez, y en este curso eso tiene dos manifestaciones: la zarzuela de cámara “La salsa de Aniceta”, de Ángel Rubio; y la opereta de salón Cendrillon, de Pauline Viardot.

Otro grupo de ciclos que buscan la ampliación del apretado corsé de lo clásico vienen a través del retrato de diversos instrumentos. Es el caso de la guitarra, o mejor, las guitarras, ya que desfilarán la flamenca, la eléctrica, la popular o la de blues. O el acordeón, con tres conciertos en los que se podrá escuchar desde Mozart hasta Piazzolla, desde Bach hasta Sánchez-Verdú. O la viola de gamba, con cuatro citas ineludibles que, entre otras cosas, llevarán a esta Fundación la magia y el glamour de todo un Jordi Savall, una auténtica bomba para la política siempre discreta de contrataciones de la March.

También hay espacio para una reconsideración del jazz en dos ciclos, uno dedicado al jazz en la figura del escritor Julio Cortazar y otro centrado en el impacto que causó el jazz en la música “seria” de su momento.

Y, por supuesto, esto no agota el panorama en el que se pasa revista a la saga Bach, a la música de ensueño (en paralelo con la exposición de surrealistas de la Fundación), a la ampliación de los límites del concierto que firman Sigma Project, a Verdi a nivel de salón, al gran Gaetano Brunetti, a un ciclo sobre compositoras, a John Adams (en colaboración con la Carta Blanca de la OCNE), al arte sonoro, a E.T.A. Hofmann y su relación con la literatura, a un sorprendente ciclo de las sinfonías de Beethoven interpretadas en arreglos de cámara (nada menos que con quince conciertos), y a los ciclos tradicionales dedicados a los jóvenes intérpretes y el programa pedagógico, a cargo de Fernando Palacios.

Todo, en suma, muy cercano a lo que siempre ha brindado la Fundación Mach en sus programas de música, pero que pudorosamente no mostraban. Y, sin embargo, un brillo nuevo emana de esta actividad, todo está pulido, todo tiene el aire de la convicción, como si en la venerable casa se hubiera abierto una ventana de par en par y los colores lucieran más nítidos.

www.march.es

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