Hay cosas que en este país nunca cambian. El madrileño teatro Real es una de ellas. De nuevo está envuelto en turbulencias derivadas de un cambio de su titularidad artística un tanto abrupto y, cómo no, en el que la zafia política cultural tiene, otra vez, protagonismo total.
Todo esto suena a repetido. Pasó lo mismo primero con Emilio Sagi, después con Antonio Moral y ahora le llega el turno al señor Mortier. Ninguno de esos relevos se realizó con la mesura debida y ninguno de los tres titulares logró asentar en condiciones su proyecto artístico. El resultado es el de un teatro que pagamos, en buena parte, todos los españoles a través de nuestros impuestos y que no ha sido capaz de establecer una línea de programación estable y coherente con el paso del tiempo. Y aquí poco tienen que ver las siglas políticas: las actuaciones torpes y atropelladas se repiten en todos los bandos… [Cosme Marina]
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