Doce Notas

Achúcarro unió música y recuerdos en el concierto homenaje a Argenta

el paraguero de satie  Achúcarro unió música y recuerdos en el concierto homenaje a Argenta

Achúcarro, T. Berganza y F. Argenta © FIS

El pianista vasco ofreció un recital en el que, según él mismo ha explicado, iba a “torear” piezas de seis grandes compositores como Mozart, Schumann, Rachmaninov, Granados, Albéniz y Ravel, para ofrecer al «maestro» un concierto «francamente hermoso».

En este recital, dentro de la Semana Argenta que el Festival  ha dedicado al Maestro, Achúcarro trató de plasmar las «vivencias íntimas y personales» que compartió con Argenta. Siendo Premio Nacional de Música en 1992, y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes,  pese a sus 80 años, se encuentra en un estado envidiable y con una vitalidad más que destacable. La mañana misma del concierto, Achúcarro participó en un foro de la UIMP, que también ha querido recordar la figura de Argenta, fallecido en un accidente a los 44 años.

Más que una tarde de toros fue una schubertiada, una velada amena que nos transportó a un salón más íntimo. A pesar del casi lleno absoluto, un patio de butacas a rebosar, Achúcarro consiguió crear un clima de cercanía, de plácida compañía y, antes de hacer sonar la música tomó la palabra. Micrófono en mano, quiso explicar la primera parte del programa, donde abordaría dos fantasías, dos “obras gigantescas” y que deseaba interpretar juntas dadas sus similitudes.

La Fantasía en do menor K. 475 de Mozart, empieza y termina en la tonalidad de su título, do menor, comenzando en un tempo Adagio que cambia pronto al Allegro, pasando por numerosas tonalidades; esos cambios sorpresivos recuerdan a Beethoven y otros abren un puente hacia el despliegue de emociones que supuso el más puro romanticismo.

De carácter eminentemente virtuosístico, no supuso ningún problema para Achúcarro, al igual que la Fantasía Op. 17 de Robert Schumann, quien dijo que todos los ruidos del mundo se pueden convertir en música. Se refería Achúcarro al verso de Friedrich Schlegel “Todos los sonidos que resuenan en el multicolor sueño de la Tierra, contienen un sonido suave para quien lo escuche secretamente” que Schumann añadió a la dedicatoria de esta obra.

Y para explicar un poco más esos códigos compositivos de este gran romántico, tocó la escala de cinco notas descendente, [la-sol-fa-mi-re] motivo musical asociado al nombre de Clara, utilizado en varias de sus composiciones. El tema principal del primer movimiento está elaborado alrededor de ese motivo, transformándolo, ampliándolo, reduciéndolo, en diferentes registros del piano, desplegando en esta fantasía las relaciones entre ambos y como un “lamento profundo por Clara”.

Armónicamente está concebida en la tonalidad de Do Mayor, pero no se puede observar una cadencia perfecta en tal tonalidad sino hacia el final, después de casi 10 minutos de música. Y tal como lo explica, así sucede. Achúcarro  habla también con la música que interpreta; no sólo en un despliegue de virtuosismo sino de dominio técnico, mesura, de un saber hacer que facilita la comprensión musical, en una interpretación de esta primera parte donde el pulso se encuentra inmerso en el discurso musical narrativo.

La segunda parte del concierto fue aún más emotiva si cabe. Comenzando con tres Preludios de Rachmaninov, el n. 1, en fa sostenido menor, Op. 23, el n. 10 en sol bemol mayor, Op. 23 y el n. 2 en do sostenido menor Op.3., donde el dominio de los fortissimos y pianississimos se hizo patente, pasando como un pequeño suspiro;  y después Granados.

Tomó de nuevo el micrófono y explicó las dos piezas que interpretaría del Libro 2 de Goyescas, “El Amor y la Muerte” y “Serenata del Espectro”. También relató la trágica muerte de Enrique y su esposa, al regreso de Nuevo York sin conocimiento de su gran éxito. Estas piezas ilustran el desarrollo de la pasión amorosa entre dos «majos», desde su primer encuentro hasta la trágica muerte y la posterior aparición de su espectro. Esta visión narrativa de emociones, de escenas sentimentales es muy del gusto de Achúcarro, quien siempre busca comunicar con el público, que “las cosas salgan bien”.

Esta imagen espectral de la muerte hace que se me haya borrado de la memoria el momento  en que hizo también referencia, con cariño y delicadeza, a la muerte de Argenta. Describió esa última noche de Ataúlfo, ese trágico fallecimiento, muy temprano, y cómo los músicos de la Orquesta Nacional de España de la que era director desde 1947, estaban esperando. En palabras del propio Achúcarro «un desastre nacional”. Pero aún faltaban dos piezas más para que llegara el despliegue de fuegos artificiales.

“El Puerto”, de Iberia, pieza más corta de toda la suite que compuso Albéniz, y la Alborada del gracioso de Ravel, tocadas demostrando la maestría de quien tiene en su repertorio un montón de notas en la cabeza, además de una responsabilidad extrema con su público, y con  sus propias palabras «que salga lo que debe salir: ofrecer a los que vienen al concierto lo que yo creo que los compositores querían que les diese». El  recital estuvo interpretado íntegramente de memoria.

Tras completar el programa, Jaime Martín, director de orquesta y del Festival Internacional de Santander (FIS), salió para agradecer a Joaquín Achúcarro tanto su concierto como su ponencia matinal, y llamó al escenario a Fernando Argenta, hijo del director y compositor, y a Teresa Berganza para agradecerles también sus colaboraciones. Ya llevaba dos propinas, un Nocturno de Grieg y el Vals del minuto de Chopin, se emociona y va de nuevo al piano, y con Teresa al lado termina los bises con el Nocturno para la mano izquierda de Scriabin.

Una tarde-noche redonda, llena de emoción y buena música.

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