Un disco para escuchar, y volver a escuchar
Este proyecto comenzó por la investigación de las fuentes directas, hasta hacerse una realidad sonora. Ahora, el oyente puede recorrer el camino contrario, y llegar hasta el detalle más ínfimo de la partitura, y por tanto del lenguaje de Jesús Guridi y su tradición cultural, desde la escucha. Esta grabación es como ese libro predilecto al que recurrimos una y otra vez, porque en cada lectura nos sorprende.
Guridi es un compositor bien conocido en España aunque no por la música de cámara que hoy nos ocupa, y a pesar de las abundantes alusiones a la buena calidad de estas dos obras, que se pueden encontrar entre los escritos de sus compañeros Joaquín Turina y Oscar Esplá, o más recientemente de Tomás Marco, entre otros. Son estos datos bibliográficos los que halla John Stokes, chelista del Cuarteto Bretón, en torno al año 2005. Es por esta fecha, cuando este músico tiene acceso a una biblioteca privada, que incluye un compendio de libros sobre música española del siglo XX y XXI, y descubre la existencia de estas obras. El interés que esto le provoca, le lleva a iniciar un proceso de investigación que tiene un fin sonoro ocho años después. Sin olvidar que está pendiente la edición del cuarteto nº 2, en el que están trabajando actualmente.
Este registro sonoro, no responde al tradicional trabajo de un grupo de intérpretes que estudia unas partituras para tocarlas o grabarlas una vez y punto final. Se trata de un caso diferente, y es por ello que se puede percibir mucho más en esta interpretación: El conocimiento exhaustivo del autor y su estética musical; el trabajo sobre las fuentes directas, leídas y estudiadas desde las particelle manuscritas, y el consecuente trabajo de transcripción realizado. No se trata de una interpretación más, sino de una muy fidedigna y cuidada en extremo.
La pregunta que todos nos hacemos, y que motivó la búsqueda de las partituras de estos cuartetos, es ¿por qué no se conocen o interpretan, si son tan buenos? Son varias las posibles razones o hechos que provocaron este desconocimiento, aunque no deberían verse como justificaciones. Tampoco vamos a caer en banalidades recurrentes, como es habitual, y hallar las culpas en el ajetreo político de España en la primera mitad del siglo XX, pues estamos ya en 2013. En primer lugar, la trayectoria del compositor se ha visto siempre vinculada a otros objetivos relevantes en su época, como era crear una ópera vasca, o aportar nuevas composiciones al mundo sinfónico español, que empezaba a contar con una red importante, en ciudades como Bilbao y Madrid, donde transcurre la mayor parte de la vida profesional de Guridi. Obras tan relevantes como su ópera Mirentxu (1910), referente a seguir para la ópera vasca; o Diez melodías vascas (1941), su mejor obra sinfónica, evidencian además, su labor e interés sobre la búsqueda y difusión del folclore vasco.
El éxito y la importancia musical de obras como estos ejemplos citados, para el contexto cultural y musical del momento, hicieron sombra a su reducida creación de cámara. Guridi gozó de un gran éxito con obras de gran formato, y fue junto a Falla, el compositor más interpretado por la Orquesta Sinfónica de Bilbao hasta el inicio de la Guerra Civil Española. En resumen, el género vocal en su catálogo, que incluye composiciones corales, ópera, zarzuela, canciones, etc. y el sinfónico, sobresalieron sobre los trabajos instrumentales de cámara o solitas, a pesar del valor de estos cuartetos o también las estupendas composiciones para órgano que dejó.
A estos objetivos y prioridades musicales del autor y de la sociedad del momento, que han relegado a un segundo plano a los cuartetos, hay que añadir en segundo lugar, la falta de apoyo a la investigación musical en España, como otro aspecto que contribuye al desconocimiento de partituras como estas, de un valor reconocido.
La estética de estos cuartetos responde a un nacionalismo europeo, en los que se utiliza el folclore con un lenguaje actualizado, innovador e influido por algunas de las tendencias imperantes en el momento. En estos dos trabajos, puede descubrirse en ocasiones una influencia postromántica por el contenido expresivo y armónico, una mayor flexibilidad y libertad en la escritura idiomática y gustos modales, propio del impresionismo, el uso de las formas y aromas sonoros arcaicos que caracteriza al neoclasicismo, y un lenguaje personal en el uso del folclore. En este sentido, apuntaba el levantino Oscar Esplá sobre el uso que él hacía del folclore: No hay escalas extraídas de las modalidades del folklore de mi región, sino que salen de mi sentimiento particular de músico referido a esos cantos regionales, porque ellas acentúan su carácter, como yo los siento.[1] En la materia folclórica y las sustancias que pudieran extraer de estas fuentes, radica el interés para estos compositores, enmarcados en una estética nacionalista innovadora. Guridi, desarrolla un lenguaje propio que le identifica, y no sirven de mucho los intentos de encasillarle en una u otra tendencia estilística, porque sencillamente bebió de todas ellas para crear la suya.
Estas características musicales que combinan estéticas nacionales con otros procedimientos compositivos europeos, son fruto de la formación que tuvo Jesús Guridi. Desde su infancia, inserto en una familia de músicos, absorbe las influencias del folclore vasco y de la música coral. Con este bagaje cultural marcha a formarse a París (1902), donde estudiará en la Schola Cantorum con Vincent d’Indy, siguiendo unos patrones de solidez técnica, a los que será fiel toda su vida. En esta ciudad, se impregna de corrientes estilísticas francesas y europeas, como el impresionismo en el sentido más amplio, no sólo debussyniano, o la influencia de Paul Dukas. Completará su formación con estancias en Bruselas y Colonia, donde tomará otros referentes para la composición sinfónica, y de cámara en especial. Aunque según Joaquín Turina: algunos compositores se lanzaron a escribir cuartetos. Casi todos ellos, influenciados por los clásicos alemanes, y también por César Franck, escribieron obras de un tipo que podríamos llamar internacional. Únicamente Rogelio de Villar intentó incorporar a la estructura clásica temas leoneses. […] y Jesús Guridi, profundamente vasco[2].
La fragancia de una región
[…] prendidos con cadenas de oro a su tierra, verdadero surtidor, fuente inagotable de inspiración.[3]
Los dos cuartetos, aunque enmarcados en una estética nacionalista, presentan diferentes caras de una misma moneda. El Cuarteto nº 1 en Sol (1933) responde a una búsqueda de la belleza, en correspondencia con el ideario artístico del propio Guridi. Este cuarteto en Sol, ambiguo en cuanto a la modalidad, se estrenó en la Sociedad Filarmónica de Bilbao (15.XII.1934) por el Cuarteto Pro Arte, al que está dedicado, y fue nuevamente interpretado en Madrid, por el Cuarteto AMIS un año más tarde. Estructurado en cuatro movimientos, las técnicas y recursos compositivos usados, muestran dominio en la escritura para cuarteto, donde prevalece el uso de melodías de aire popular vasco. Estas se integran en la forma sonata del primer movimiento, como protagonistas temáticas y por tanto recurrentes, al igual que en las variaciones que presenta el final de la obra. La interpretación que nos ofrece el Cuarteto Bretón es muy sofisticada, con una limpieza sonora impoluta y equilibrio en el sonido. A la ambigüedad modal se le suma una expresión muy profunda que presentan los temas, donde el cuarteto Bretón se sumerge, hasta las entrañas de la música, para exponer al oyente todo el entramado con mucha naturalidad. Igualmente las armonizaciones son evocadas con una perfecta afinación.
Este acercamiento ocasional de Jesús Guridi a la música para cuarteto, permanecería aislada durante dieciséis años, hasta la llegada del Cuarteto nº 2 en La m (1949). En esta segunda composición obtendría un mayor relieve compositivo, con un lenguaje más avanzado que en el precedente, sobre todo en lo que concierne a las armonías, que recuerdan en muchas ocasiones a Bartók, y también por un mayor dominio en el tratamiento y fusión de folclore con una escritura más arriesgada. Uno de los reconocimientos al trabajo realizado, fue el Primer Premio del Concurso Nacional de Música que le concedió el Ministerio de Educación. La Agrupación Nacional de Música de Cámara lo estrenó en Madrid (14.V.1950), estando la obra dedicada al chelista del grupo, Juan Antonio Ruiz Casaux. En este sentido, no es baladí la especial atención que otorga en la composición, a la parte de violonchelo, adjudicándole un protagonismo y una participación exigente en muchos momentos. En correspondencia con esta escritura para el chelo, la interpretación es igualmente exquisita.
Los temas, se advierten de una raíz muy popular, tanto melódica como rítmicamente, y requieren una interpretación, con un color especial que transporte al oyente a la estética del folclor vasco, y con la frescura y agilidad que aporta el cuarteto Bretón. El segundo movimiento deja espacio al lucimiento particular de cada miembro del cuarteto, ocasión que todos aprovechan para mostrar su alto nivel interpretativo. Es sobre todo en el último movimiento, donde el cuarteto muestra el resultado de un gran trabajo grupal continuado, con una interpretación de gran precisión y exactitud del entramado de la composición.
El cuarteto Bretón está en plena madurez, sin lugar a dudas. Disfrútenlo.
[1] ESPLÁ, Oscar. “Sobre la Música Española”, lección dictada en I Curso Internacional de Información e Interpretación de la Música Española, <<Música en Compostela>>, en 1958. En: IGLESIAS, Antonio. Escritos de Oscar Esplá. Vol.2, Madrid: Alpuerto, 1977, pp.154-155.
[2] TURINA, Joaquín. “Desenvolvimiento de la música española en estos últimos tiempos”, conferencia pronunciada en la Universidad de Oviedo en 1943. En: IGLESIAS, Antonio: Escritos de Joaquín Turina. Madrid: Alpuerto, 1982, p. 219.
[3] Ibídem, p.222.